Matutina para Jóvenes 08 de Febrero de 2021

Matutina para Jóvenes 08 de Febrero de 2021

¿Dónde estás tú?

“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9).

Una tarde, sin querer, cerré fuertemente la puerta sobre los dedos de un compañerito. Enseguida comenzó a salir sangre de la herida, se armó un revuelo en la casa, y comencé a sentir una culpa que antes desconocía. Sentía que merecía el peor de los castigos. Me encerré en un armario y comencé a llorar desconsoladamente. Unos minutos después, escuché la voz de mi papá que acababa de llegar del trabajo y preguntaba: “Cachi, ¿dónde estás?”

Me encontró acurrucada en la oscuridad, sofocada por el calor, las lágrimas y el dolor de un corazón de seis años que no soportaba tanta angustia. Y, para mi sorpresa, me abrazó.

Al salir de la habitación, vi la condición en la que se encontraba mi compañerito. Fuimos a la clínica para que lo atendieran. Sufrí al verlo así, al ver el resultado de mi error y precipitación. Pero antes de eso, había recibido el consuelo paternal. Antes de enfrentarme a las consecuencias, había recibido esperanza.

Lo mismo pasó con Adán y Eva aquel día, en el Edén. Tal como lo narra Elena de White, ellos “antes de oír hablar de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles esperanza” (Patriarcas y profetas, p. 51).

El conocimiento del mal y la tendencia a errar son cosas inherentes a nuestra naturaleza desde aquella primera vez, pero es maravilloso que, antes de dar la sentencia, Dios nos recuerde que hay esperanza y victoria al final.

Miles de años más tarde, Dios vuelve a hacernos la misma pregunta. No sé si hoy su pregunta te encuentra escondido en la oscuridad del pecado, o caminando con libertad en la luz de la paz que él te da por haberte tomado de su mano. Pero esta pregunta nos habla de un Dios que no solo crea, sino que desde el principio del mundo toma la iniciativa para hablar y quiere restaurar su relación con nosotros. En medio de nuestras justificaciones ante el pecado, siempre está presente su llamado de esperanza. ¿Cómo responderemos hoy?

Deja una respuesta