Perdona si te llamo amor
Ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Romanos 8:38, 39.
Perdona si te llamo amor es una novela de Federico Moccia. Trata de la pasión incomprendida entre un ejecutivo de 37 años y una estudiante de 17. La trama no es demasiado novedosa, pero se ha convertido en un fenómeno social. Tanto es así que ya existe en Roma la “Ruta Moccia”, frases de sus libros aparecen en las paredes de las calles, y cientos de candados, como en la novela, se atan a las farolas del puente Milvio. Roma, muchos siglos antes, también fue testigo del amor de un grupo de creyentes por su Maestro. En algunas paredes se pintaron grafitis burlándose de ellos, y muchos fueron atados en el Coliseo ante fieras que los devoraron. Y solo por amor a Dios.
¿Qué les dio el coraje a los primeros cristianos para enfrentarse a esas tribulaciones? La promesa de que nada nos puede separar de Dios. Lo sabemos pero, en ocasiones, parece que se nos olvida. Cuando eso te suceda, te propongo que recuerdes esta cita de Elena de White: “Dios ha unido nuestro corazón a él con señales innumerables en los cielos y en la Tierra. Él ha buscado revelársenos mediante las cosas de la naturaleza y de los más profundos y tiernos lazos terrenales que el corazón humano pueda conocer. Sin embargo, estas cosas solo representan su amor de forma imperfecta. A pesar de que se han dado todas estas pruebas, el enemigo del bien cegó la mente de los hombres para que ellos miraran a Dios con temor, para que lo consideraran severo e implacable. Satanás indujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es una justicia inexorable, un juez severo, un duro y estricto acreedor. Pintó al Creador como un ser que está vigilando con ojo celoso para discernir los errores y las faltas de los hombres, para así poder castigarlos con juicios. Jesús vino a vivir entre los hombres para disipar esa densa sombra, revelando al mundo el amor infinito de Dios” (El camino a Cristo, p. 9).
Apenas somos unos jóvenes, y él es todo un Señor. Lo lógico sería que no quisiera saber nada de nosotros porque no tenemos ni su clase, ni sus recursos ni su formación, ni siquiera sus modos. Pero a él no le importa el qué dirán y, acercándose cortésmente, nos dice: “Perdona si te llamo amor”. Quizá pensemos que es un amor loco, pero es la mayor pasión del universo y nada, absolutamente nada, podrá separarnos de él.