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«Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: ‘¿Dónde estás?’ » (Gén. 3:9)
El 17 de octubre de 1986 la vida de Li Jingzhi y Mao Zhenping cambió para siempre. Aquella tarde, alguien secuestró a Mao Yin, su hijito de dos años. De inmediato, la desconsolada madre renunció a su trabajo y se dedicó a tiempo completo a buscar a su hijito. Li distribuyó más de cien mil volantes en su provincia y acudió a numerosos programas de televisión pidiendo ayuda. Incluso empezó a trabajar como voluntaria en Baobei
Huijia, que significa «el bebé vuelve a casa», una organización dedicada a ayudar a familias chinas a encontrar
a sus hijos desaparecidos. En 2019, más de treinta años después, aquella madre continuaba buscando a su hijo perdido. «La esperanza es lo que me motiva a seguir viviendo», dijo frente a las cámaras.
La búsqueda tenaz e incesante de estos padres chinos es minúscula cuando la comparamos con la manera en la que Dios busca a sus hijos perdidos. Muchos de nosotros nos pasamos toda la vida huyendo de Dios, creemos que nuestra rebeldía hará cambiar de parecer al Señor para que deje de buscarnos. Si Dios buscó a Adán y Eva después de su desobediencia (Gén. 3:9), a Jacob tras su mentira y engaño (Gén. 28:12-13), a Moisés tras cometer un asesinato y huir del faraón (Éxodo 3:1-6), a David tras sus errores de adulterio, mentira y asesinato (2 Samuel 12), a Jonás mientras huía a Tarsis (Jon. 1), a Pedro después de negar a Jesús (Juan 21:15), y a Pablo después de perseguir a la iglesia (Hech. 9:4-5), ¿por qué habría de pensar que Dios dejaría de buscarte a ti?
El 10 de mayo de 2020 la búsqueda de Li y Mao finalizó, cuando encontraron a su hijo ¡34 años después! No importa cuán lejos estés de él en estos momentos, el Dios que vino a buscar y salvar lo que se ha perdido
(ver Luc. 19:10), seguirá buscándote hasta que te encuentre. ¿Te dejarás encontrar hoy?

