Poner la cara
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10.
Tengo una relación muy especial con Isaías 41:10. Era apenas un adolescente que estudiaba fuera de casa cuando me llegó la noticia. Mi madre había sufrido una extraña enfermedad y estaba hospitalizada. No sabía qué hacer, si marcharme o quedarme. Me recomendaron que esperase hasta ver qué sucedía, porque en casa no iba a ser de mucha utilidad. Pasé aquella noche sin dormir y pensando cómo podía ayudar desde la distancia. Oré y después leí la Biblia. Allí se encontraba este texto que me llenó de consuelo. Muy temprano en la mañana me fui a la estación de Correos y envié un telegrama a mis padres donde, con el dinero que tenía, puse lo que pude de este versículo. Tengo la certeza de que no solo me consoló a mí sino también a mi familia. Y Dios cumplió su promesa y su poderosa mano nos sostuvo en los momentos de dificultad.
Con los años, estudiando el versículo en el original, descubrí una de esas maravillas de Isaías. La palabra “siempre” (que en muchas versiones es reemplazada por “ciertamente”) también puede significar “cara”; sí, “cara”. Es decir, que también se podría traducir como: “Porque yo soy tu Dios que te hace fuerte, pondré la cara para ayudarte, pondré la cara para sostenerte con toda la diestra de mi justicia”. Me parece excepcional que alguien como Dios ponga la cara por nosotros, que asuma todas las responsabilidades por nosotros. Un Dios que no solo nos apoya sino además nos defiende. Un Dios que se toma nuestros asuntos como suyos.
Por cierto, ¿has pensado a quién se refiere la expresión “diestra de mi justicia”? Elena de White lo aclara: “¡Qué preciosa promesa es esta! Podemos pedirle mucho a nuestro bondadoso Padre celestial. Grandes bendiciones hay en reserva para nosotros. Podemos creer en Dios, podemos confiar en él, y al hacerlo glorificar su nombre. Aun cuando seamos vencidos por el enemigo, no somos desechados ni abandonados ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros” (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 286).
Jesús es la mano derecha de Dios. Esa mano que se extiende al mundo para dar de su Gracia, esa mano que se extiende hacia su Padre para que contemple las cicatrices que recuerdan que todo se cumplió como debía cumplirse.
Dios nos promete sostenernos, defendernos y proporcionarnos la mejor de las soluciones que jamás haya existido: Jesús. ¡Una promesa espectacular!