Las palabras caducas y las palabras perennes
El labio veraz permanece para siempre; la lengua mentirosa, solo por un momento. Proverbios 12:19.
Las palabras son como los árboles, las hay caducas y perennes. Las palabras caducas desaparecen con los primeros síntomas de frío, de adversidad. Las palabras perennes permanecen a pesar de las heladas y la nieve. Las primeras son palabras para olvidar, las segundas para recordar e, incluso, memorizar. Podrías pensar que te estoy hablando de palabras que se ponen de moda y que luego desaparecen (por ejemplo, “yupi” o “guateque”). No, te hablo de palabras que tienen los días contados porque llevan como componente principal la mentira (mucho más explosiva y dañina que la dinamita).
La lengua mentirosa está relacionada con “un corazón lleno de maldad” (Sal. 5:9), con “cosas abominables para Jehová” (Prov. 6:16), y es mucho mejor ser “un pobre que un mentiroso” (Prov. 19:22). El salmista pedía ser rescatado de “manos de los hombres extraños, cuya boca habla falsedad y cuya diestra es diestra de mentira” (Sal. 144:11). El mentiroso es considerado hijo del Enemigo porque este es “mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44).
Omar Jayam era un matemático, astrónomo y poeta persa que sabía bastante de las palabras y su precisión. Él aconsejaba así: “Si quieres escucharme te daré un consejo: por el amor de Dios, no vistas la ropa de la hipocresía. La vida futura es lo eterno, este mundo solo un instante. No vendas el reino de la eternidad por un segundo”. La vida y la palabra mentirosas duran muy poco, son caducas. Podríamos decir que las mentiras son expresiones sin futuro porque, al final, todo se sabe. Y el gran problema es que una mentira nunca resuelve un problema y genera completa desconfianza. El camino de la falsedad conduce siempre al descarrío. Como afirma un proverbio judío: “Con una mentira puede irse muy lejos pero sin esperanzas de volver”. Y es que el árbol de la falsedad puede florecer intensamente pero no da frutos.
Por el contrario, las palabras de verdad son duraderas, de larga vida. Son palabras que precisan una integridad que debe soportar las presiones sociales y los intereses personales. George Orwell opinaba que “en una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”.
Y nosotros somos los revolucionarios de la Palabra. La palabra perenne. La palabra sincera. La palabra honesta. La palabra generosa. La palabra cariñosa. La Palabra en mayúsculas que no caduca y que nos conduce a la eternidad.