Una heroína sin nombre
«Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen» (Mateo 5: 44).
Entre los jóvenes de la Biblia destacan varias heroínas. Una de ellas es una chica cuyo nombre ni siquiera conocemos. Pero ¡qué diferencia ejerció sobre sus amos!
En una incursión de los sirios en Israel, fue apresada por el comandante en jefe del ejército invasor, y enviada a su esposa como esclava. El poderoso militar se llamaba Naamán, quien había convertido el reino de Damasco en una gran nación. No obstante, su carrera estaba a punto de acabarse, porque se había contagiado de lepra.
Cuando nuestra heroína israelita se enteró de la enfermedad de Naamán, sintió pena por él. Nueve siglos antes de Cristo, esta muchacha ya oraba como si hubiera escuchado estas palabras del Sermón del Monte: «Amen a sus enemigos». En aquella casa pagana, habló del poder de Dios que se manifestaba en el profeta Eliseo. Tal había sido la influencia de esta joven, que el poderoso Naamán buscó la influencia y las riquezas de su rey para ir a Samaria y ser curado por Eliseo. Salió, pues, en un lujoso carro seguido por muchos siervos a caballo, llevando a Eliseo trescientos kilogramos de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa (2 Reyes 5: 5).
Cuando Eliseo le ordenó zambullirse siete veces en el río Jordán, el orgulloso general se ofendió tanto que decidió no hacerlo. Pero algunos de sus jóvenes acompañantes lo convencieron de que obedeciera al profeta. Su acto de fe obró el milagro, y Naamán volvió para agradecer a Eliseo y confesar su fe en el Dios de Israel: «¡Ahora estoy convencido de que en toda la tierra no hay Dios, sino solo en Israel!» (2 Reyes 5: 15).
El ejemplo de esta joven esclava es el de quien decide perdonar el daño recibido y pagar con el bien el mal recibido. Si hubiera decidido guardar resentimiento hacia sus amos o hacer el menor esfuerzo en el cumplimiento de sus deberes, Naamán no habría conocido al Dios de Israel, pero su decisión de amar como Jesús amó obró el milagro de la sanación y luego de la conversión.
¿Cuántas cosas lograríamos si estuviéramos dispuestos a perdonar? Si te cuesta perdonar a los demás, pide hoy a Dios que realice este milagro en tu corazón.