Apártate para crecer
Después volverán los oficiales a hablar al pueblo y dirán: ¿Quién es hombre medroso y pusilánime? Que se vaya y vuelva a su casa, para que no apoque el corazón de sus hermanos como ocurre con el corazón suyo. Deuteronomio 20:8.
Los que son aficionados a la jardinería sabrán los cuidados que hay que tener con los plantones jóvenes. Están más expuestos a los cambios meteorológicos, la acción de las aves o el ataque de plagas. Por eso los atendemos más. Bueno, de igual manera acontece en la Biblia con aquellas personas que, por la razón que sea, no tienen la fuerza para enfrentar los problemas que debieran. Son personas que necesitan más cuidados que las demás.
Los soldados que eran pusilánimes (de poco espíritu) o medrosos (que tienen miedo de todo) no eran tachados de cobardes. Se les pedía que quedaran en casa, pero no se los juzgaba. La estrategia de guerra de Deuteronomio 10 es muy divertida. Primero, se recordaba a todos que debían confiar en Dios porque él era quien iba a luchar por ellos. Segundo, se preguntaba quién acababa de edificar una casa, de plantar una viña o de casarse. Después, se les pedía que volviesen a sus hogares para disfrutar de todo aquello. Y, por último, el tema de aquellos que no eran demasiado valientes. Se les sugería que quedaran en casa, porque necesitaban su tiempo. El roble más fuerte, en algún momento, fue plantón.
En diferentes textos de la Biblia se presentan personas que son de espíritu apocado o tienen miedo. Hasta algunos de los personajes más famosos reconocieron ese sentimiento. David no tiene ningún problema en decirlo: “Oigo la calumnia de muchos; el miedo me asalta por todas partes, mientras conspiran juntos contra mí e idean quitarme la vida” (Sal. 31:13). Lo mismo se dice de Josafat, de Esdras o de Nehemías. Porque es normal que las personas teman por sus vidas cuando las amenazan las adversidades. Pero, es interesante, todos estos personajes tienen algo en común: confían en Dios para que su ánimo crezca. Apartados, en la soledad de la existencia, perciben al Dios cuidadoso, al Jardinero paciente y le piden sus esmeros. Poco a poco, día a día, crecerán con fuerza.
Pedro, en su momento de mayor temor, habló de malas maneras y terminó negando a Jesús. Necesitaba tiempo. Poco después, tras hablar sobre el amor y la necesidad de cuidar de las ovejas del Maestro, predicó ante miles con un valor admirable. La clave siempre es la misma: confiar en Dios.
No importa si te atemoriza algo. Toma tu tiempo, reflexiona sobre ello, ora y espera en el Señor.