¿Quién soy yo?
«¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?» (Salmo 8: 4).
El doctor Robert Schuller menciona en su interesante libro Discover your Possibilities [Descubra sus posibilidades] que uno de los diamantes de la corona de un rey europeo permaneció durante meses en el mostrador de un puesto de ventas situado en una plaza de Roma. La etiqueta acompañante anunciaba «Cristal de roca», un franco. ¡Un trozo de roca que se vendió por una suma ínfima, porque su aspecto exterior lo hacía parecer sin valor! Pero el que lo compró descubrió que se trataba de un diamante de inmenso valor.
Sucede lo mismo con muchas personas inseguras de sí mismas, acomplejadas y fracasadas, que van por la vida sin rumbo, exhibiendo con su personalidad una etiqueta que anuncia una mercancía de poco valor. Como resultado, nadie se interesa en ellos, se los relega a lugares secundarios, no se los toma en cuenta, les va mal en el trabajo, no tienen amigos y nadie los respeta, a veces ni siquiera su propia familia. Eso los lleva a hacer cosas degradantes y perjudiciales que solo complican más aún su situación.
Estas personas son diamantes en bruto, diamantes sin pulir. Hasta que caen en las manos expertas del Joyero divino, quien las contempla con amor y percibe preciosas gemas de valor infinito que podrían brillar a perpetua eternidad, si tan solo le permitieran pulirlas con amor.
Entonces, ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra verdadera identidad? Genesis 2: 7 afirma: «Luego el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y el hombre se convirtió en un ser viviente» (Génesis 2: 7, NTV). Nuestra identidad se halla en nuestros orígenes: somos creación de Dios. Por tanto, nuestro valor depende de la valoración de Dios, no la del ser humano. Él dice: «Ante mis ojos tú eres grandemente estimado y digno de honra. Yo te amo» (Isaías 43: 4, RVC).
¿No te parece maravilloso saber que somos creación de Dios y que pronto iremos al encuentro de nuestro Padre? Fortalece hoy tu identidad celestial estudiando la Palabra de Dios, dedicando tiempo en oración y compartiendo las buenas nuevas de salvación con otros.