Matutina para Jóvenes | Domingo 7 de diciembre de 2025 | Una buena comparación

Matutina para Jóvenes | Domingo 7 de diciembre de 2025 | Una buena comparación

Matutina para Jóvenes

«Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después» (Rom. 8:18, TLA)

En reiteradas oportunidades he escuchado que «las comparaciones no son buenas» y hasta cierto punto estoy de acuerdo con esa declaración. Sin embargo, a veces las comparaciones pueden servirnos para colocar las cosas en su correcta perspectiva. Por ejemplo, un millón de dólares puede ser una suma cuantiosa para ti

y para mí; pero para Elon Musk, un millón de dólares no es nada comparado con su fortuna. Una caída no es nada para mi hijo que apenas está dando sus primeros pasos; para mí, sería vergonzosa y muy dolorosa, mientras que para mi madre, ya en la tercera edad, supondría un riesgo para su vida.

En el capítulo 8 de Romanos Pablo hace una declaración interesante: «Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada…». Un momento, ¿que mi sufrimiento no es «nada»? ¿Cómo puede Pablo ser tan insensible? Si este año experimentaste una ruptura sentimental, un fracaso escolar, el divorcio de tus padres, caíste derrotado ante el pecado o perdiste un ser querido, sabrás lo mucho que puede doler el corazón. Pero en este versículo Pablo no está siendo insensible, de hecho, él tuvo una vida llena de privaciones y sufrimiento (ver 2 Cor. 11:23-33). La razón por la que Pablo dice que el sufrimiento presente no es «nada», es que él tiene en mente una comparación. Sigamos leyendo.

El versículo de hoy concluye diciendo: «Si los comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él». Esta segunda declaración, que comienza con un «si» condicional, aclara el panorama. La valoración del sufrimiento presente depende de con qué se lo compara, de lo que se coloca del otro lado de la balanza. Mi sufrimiento presente solo será «nada» si y solo si lo miro desde la perspectiva del futuro que Dios me tiene preparado.

La clave para entender el presente, paradójicamente, se encuentra en el futuro. Solo cuando logremos fijar

la mirada en las promesas divinas, los sinsabores del presente ocuparán su debido lugar. Jesús soportó la cruz «porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría» (Heb. 12:2). Si queremos tener la misma perspectiva de Pablo y de Jesús, solo tenemos que poner «la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado […] a la derecha de Dios» (Col. 3:1, NTV).

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