
Descubre tu armadura
“David se ciñó la espada sobre la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado. ‘No puedo andar con todo esto’, le dijo a Saúl, ‘no estoy entrenado para ello’. De modo que se quitó todo aquello” (1 Sam. 17:39, NVI)
La historia de David y Goliat es uno de los relatos bíblicos más conocidos y a la vez, a menudo, malinterpretados. Comúnmente, vemos a David como un joven inexperto que, de manera milagrosa, impacta con una piedra al experimentado Goliat. Sin embargo, este relato es mucho más complejo.
Quizás la razón principal por la cual tendemos a mirar a David con cierta lástima es porque caemos en el mismo error que Saúl y Goliat. Inicialmente, Goliat desafía a Israel buscando un hombre para un combate cuerpo a cuerpo (1 Sam. 17:8-9). Cuando el rey Saúl ve que David está decidido a enfrentar al gigante, lo equipa para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo (1 Sam. 17:39-39).
Samuel crea la expectativa de presenciar una lucha cuerpo a cuerpo, pero David no es un luchador de ese tipo. Hasta hace poco, los ejércitos estaban compuestos por infantería, caballería y artillería. Goliat y Saúl eran soldados de infantería, pero David pertenecía a la artillería. Su habilidad no residía en el combate con espada, sino en atacar objetivos a distancia. Los honderos eran tan letales que podían conquistar por sí solos a toda una ciudad (2 Rey. 3:25). De hecho, Israel contaba con un grupo selecto de soldados zurdos de tan “buena puntería, que podían dar con la honda a un cabello sin errar” (Juec. 20:16, NBV).
Todos “tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado” (Rom. 12:6, NVI), pero al igual que le sucedió a David, a menudo encontrarás personas bien intencionadas que querrán que enfrentes la vida siguiendo patrones que no se adaptan a tus habilidades. Intentar luchar con una armadura que no te corresponde puede resultar en dificultades incluso para caminar. Para alcanzar el éxito en la vida, es esencial conocerte a ti mismo, comprender tus límites, reconocer los dones y talentos que Dios te ha otorgado y tener la valentía de rechazar las “armaduras” que no se ajusten a tu personalidad. El secreto de David radicaba en comprender sus fortalezas. ¿Ya has descubierto las tuyas?