Jenga y Lego
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer. 1 Corintios 1:10.
La iglesia de Corinto estaba pasando por un momento caótico. Las opiniones, que no son otra cosa que visiones personales del mundo, se habían elevado al nivel de principios y se cuestionaban los elementos más básicos que proponía el cristianismo: equilibrio, hermandad, humildad, paz y misión. Las tensiones entre una opinión y otra habían polarizado a los miembros de iglesia. Había disputas por asuntos de género y de estatus. Los hermanos de más tiempo se consideraban mejores que los recientes. Había una fraternidad parcial. A muchos les fascinaba el esnobismo y procuraban llamar la atención. Había una fuerte tendencia a caminar por el límite de lo permitido. Entre tanta división se había desdibujado la misión de la iglesia. Pablo, con gran sabiduría, les pide que se sitúen, que coloquen las opiniones en el espacio que les corresponde y que comiencen a construir juntos una iglesia unida en lo fundamental.
Reflexionando en este texto y observando la realidad de muchas comunidades religiosas, creo que hay dos maneras de afrontar situaciones como estas. Te lo explicaré con una comparación que entendería hasta un niño. Una manera es jugando al Jenga, y suele ser la reacción más común. La otra es jugando al Lego, y es la que propone Pablo. El Jenga, por si alguien no lo conoce, es un juego que se realiza con bloques de madera. Se los coloca de manera tal que formen una torre y se van sacando los diferentes bloques y colocándolos encima de la torre. Pierde aquel que saca la pieza por la que todo se derrumba. Jugar al Lego es jugar a construir estructuras con bloques de plástico. Los bloques tienen una forma tal que encajan unos en otros.
Algunos piensan que hay que dar aire a los problemas de las comunidades. No digo que se oculte lo dañino, sino que lo que responde al espacio de lo privado no se traslade a lo público. Si sucede así, se suele comentar el hecho sin cariño ni piedad. Es un método que termina por derrumbar la iglesia porque ese, querámoslo o no, es el final de todo Jenga. Pablo propone que aprendamos a construir, incluso desde nuestros errores, porque en la unidad se desarrollan los proyectos. Por supuesto que unidad no significa que no haya diferencia de opiniones, pero sí coincidencia en los principios.
Te sugiero que juegues al Lego, porque así se construye iglesia.