
«No acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente» (Isa. 42:3)
Dawson Trotman nació prematuramente el 25 de marzo de 1906. No se esperaba que viviera por mucho tiempo, pero milagrosamente sobrevivió. La madre atribuyó este hecho a un milagro de Dios, mientras que el padre sostenía que simplemente era buena suerte. Esta no era la única diferencia de opinión entre ellos, así que después de algunos conflictos, la pareja se divorció. Dawson Trotman llegó a ser un líder estudiantil en la escuela secundaria. Era el alumno con las mejores calificaciones de su clase y también el líder de la Sociedad Cristiana de Emprendimientos. Pero Dawson estaba llevando una doble vida. Era como si las dos voces opuestas de sus padres lo estuvieran instando a recorrer dos caminos diferentes.
Después de terminar la escuela secundaria, Trotman se sumergió en una vida desordenada marcada por el consumo excesivo de alcohol y las apuestas. Su rumbo parecía encaminarse hacia la autodestrucción. Un día, él y su novia casi se ahogan mientras estaban nadando. Cuando su novia no logró nadar de regreso a la playa, él trató de ayudarla, pero se hundieron en el agua. Ambos fueron salvados por una pareja que pasaba
en un bote. En ese momento, Dawson Trotman decidió hacerse cargo de su vida. Visitó a su antiguo grupo de la iglesia y halló que se habían propuesto memorizar las Escrituras. Inmediatamente comenzó a memorizar pasajes bíblicos. Fundó entonces «Los navegantes», un grupo de creyentes cuyo lema era: «Conocer a Cristo y darlo a conocer».
Veinticinco años más tarde, durante una conferencia de «Los navegantes», vio que una jovencita se cayó de una lancha a motor. Al instante se tiró al agua para rescatarla. La sostuvo allí el tiempo suficiente para que otros llegaran a salvarla, pero Dawson se ahogó antes de que alguien pudiera sacarlo a él. La revista Time publicó una fotografía de Trotman en la sección de obituarios, donde se leía la siguiente leyenda: «Siempre sosteniendo a alguien».
La actitud de este caballero constituye un fiel reflejo del Dios al que servía, un Dios que nos sostiene. Isaías presenta en el versículo de hoy ese aspecto del Señor, cuando la vida de uno de sus hijos empieza a resquebrajarse y su llama empieza a languidecer, él no nos da el golpe de gracia, sino que nos sostiene y nos restaura. Hoy no solo puedes experimentar al Dios que sostiene, sino que puedes dedicar tu vida a sostener a otras personas, así como Dios te ha sostenido a ti.

