Escuchar esta entrada:
«¡Dios, por siempre te glorificaremos! ¡Por siempre alabaremos tu nombre!» (Sal. 44:8, NBV)
¿Alguna vez te has preguntado por qué buscamos a Dios solo cuando las cosas van mal? ¿Por qué nos olvidamos de él cuando todo parece ir bien? ¿Qué nos impide tener una relación constante y profunda con nuestro Creador? Jonás clamó a Dios solo cuando se encontró dentro del vientre del pez (ver Jon. 2:1); pero tan pronto estuvo en tierra firme manifestó una actitud desafiante ante el Señor (ver Jon. 4). Sansón pasó toda una vida violando su voto de nazareato; pero cuando estuvo cautivo clamó al Señor (ver Juec. 16:28). Manasés fue uno de los peores reyes de Judá; «pero cuando se halló en aflicción invocó al Señor su Dios, y se humilló profundamente ante el Dios de sus antepasados» (2 Crón. 33:12).
No me malinterpretes, Dios siempre nos escucha; Dios siempre nos contesta, especialmente cuando estamos en aprietos. Dios no se aleja de nosotros cuando nos equivocamos; él sacó a Jonás del fondo del mar; le devolvió las fuerzas a Sansón y restauró a Manasés. Pero ante la tendencia humana de solo buscar a Dios cuando estamos en problemas, ¿no crees que sería mejor para nosotros buscar al Señor siempre?
Buscar a Dios en todo momento significa obedecer su voluntad, aunque no nos guste o no la entendamos. Dios sabe lo que es mejor para nosotros y para los demás, y tiene un propósito para cada situación. Buscar a Dios en todo momento significa confiar en su presencia, aunque no la sintamos o no la veamos. Buscar a Dios en todo momento significa reconocer su poder. Él puede usar lo malo para bien, y lo pequeño para grande. Buscar a Dios en todo momento significa agradecer su gracia, aunque no la merezcamos.
Isaías nos invita a buscar al Señor mientras podemos encontrarlo, a llamarlo mientras está cerca (ver Isa.
55:6) y hoy es el mejor momento para hacerlo. Mi relación con Dios no debe depender de las circunstancias ni de mis emociones. No esperemos a que las cosas se pongan mal para buscar a Dios. Busquémoslo siempre, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Solo así podemos conocerlo más, amarlo más y servirlo mejor. De este modo, encontraremos la verdadera paz, la auténtica alegría y el verdadero sentido de la vida.