La oración que quebró la espada
«Él es el Dios viviente, y permanece para siempre. Su reino no será jamás destruido ni su poder tendrá fin. Él es el salvador y el libertador; el que hace señales maravillosas en el cielo y en la tierra. Él ha salvado a Daniel de las garras de los leones» (Daniel 6: 26-27).
En su libro, Christ Last Legion [La última legión de Cristo] A. W. Spaulding relata el siguiente episodio.
Durante la Segunda Guerra Mundial, un adventista fue capturado por el enemigo, juzgado y condenado a muerte. Al acercarse el momento de la ejecución, el fiel cristiano estaba arrodillado en su celda orando cuando entró un guardia y le ordenó que se levantara. Cuando vio que el prisionero no se levantaba, este le preguntó: «¿Qué estás haciendo?», el cristiano contestó: «Estoy orando al Dios de los cielos». Entonces el guardia le dijo: «No tienes necesidad de orar, porque nadie podrá librarte de nuestras manos».
Ya fuera de la cárcel, hicieron arrodillar al cristiano frente a una tumba abierta. El verdugo levantó su espada, preparado para decapitar al condenado, pero la hoja se quebró y el verdugo quedó con el mango en la mano. El prisionero condenado a muerte escuchó el sonido de la espada al caer, pero no se movió. Otro guardia se acercó, le tocó en el hombro y le dijo: «Levántate». Luego, el prisionero fue llevado ante un oficial quien le informó: «Ahora eres un hombre libre. En nuestro país existe una ley que establece que, si el instrumento utilizado para ejecutar a una persona se rompe, el condenado queda libre».
Este valiente y fiel cristiano fue liberado por la mano de Dios y salió a compartir su testimonio con otros, y a predicar la Palabra a cientos de personas en todo el mundo. A lo largo de los siglos, Dios ha demostrado su capacidad para liberar, rescatar y realizar señales y prodigios en los cielos y en la tierra. Un ángel quebró la espada del soldado, del mismo modo que un ángel cerró las bocas de los feroces leones para proteger al profeta Daniel.
Que el Dios de Daniel sea también el Dios de tu vida, y que su poder te sostenga y te libre de todo mal.