Tiempo de inocentes
Por eso, a aquel lugar que está al otro lado del Jordán se le llamó Abel-mizraim. Génesis 50:11.
No sabemos dónde se encuentra “la era de Atad” (o “la era de la zarza”) ni, por supuesto, tampoco “Abel-mizraim”. Sabemos que estaba al otro lado del Jordán, pero ¿a qué lado? Sabemos que se pararon a lamentar, camino de Macpela, pero ¿por qué allí precisamente? Sabemos que “Abel” es una palabra que significa “pradera”, pero no estamos seguros de si juega con otra palabra muy similar que significa “luto” o con otra más conocida: “Abel”, el primero de los inocentes. Sí que sabemos algo con certeza, que el llanto fue tan intenso y prolongado que le cambió el nombre a aquel lugar. Lo anecdótico se convirtió en dramático, y además en historia.
Hoy, en la mayoría de los países hispanos es el Día de los Inocentes. Supuestamente recuerda la matanza de Herodes I sobre los niños de Belén (Mat. 2:16-18). Es curioso, porque algo realmente dramático e histórico, al contrario que en la historia de José, se ha convertido en anecdótico y jocoso. Hacer inocentadas es sinónimo de gastar bromas, bromas donde se juega con la candidez de las personas. Es, además, una verdadera tragedia que la inocencia se confunda con la ingenuidad, la ignorancia o la simpleza.
Lo inocente no está de moda. Los Herodes de nuestros tiempos realizan matanzas silenciosas con películas de fantasía, con videojuegos de violencia, con valores descafeinados. Y, lo peor, con un “peterpanismo”, que cambia inocencia por infantilismo. Vivimos en un mundo que estimula lo superficial y se aleja de lo puro, de los ideales hechos vida.
Jesús ya lo advirtió en Mateo 18:3: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. No, no hablaba de infantilismo sino de esa visión clara y honesta de la niñez. No hablaba de vestir de cosplay o de simplificar el vocabulario hasta los límites de un whatsapp, tampoco de pasar el tiempo enganchado ante un cómic o una serie manga. Volver a la niñez es volver al tiempo de la inocencia, un tiempo donde la fe es completa, un tiempo donde la sinceridad es natural, un tiempo donde los ideales son realizables, un tiempo sin dobleces donde siempre habla el corazón. Volver a la niñez es volver a nuestra verdadera naturaleza.
No sabemos dónde estaba aquella era, ni las razones que los condujeron a detenerse y llorar. Sabemos que cambiaron las denominaciones y la historia. Como entonces, los animo a reunir voluntades y a cambiar este día de superficialidad por un tiempo de autenticidad, un tiempo de verdaderos inocentes.