
El síndrome de Esaú
“Diviértete joven, ahora que estás lleno de vida; disfruta de lo bueno ahora que puedes. Déjate llevar por los impulsos de tu corazón y por todo lo que ves, pero recuerda que de todo ello Dios te pedirá cuentas” (Ecl. 11:9)
Cuenta una fábula que a cierta paloma le encantaban los gusanos. Eran su plato favorito, pero le disgustaba tener que cazarlos. En una ocasión la paloma se encontraba en un parque, cuando escuchó un señor que anunciaba: “¡Cambio plumas por gusanos! ¡Cambio plumas de paloma por gusanos!”. Llena de curiosidad, la paloma se acercó y le preguntó al caballero por su oferta. “Fabrico sombreros —le dijo el señor—, y utilizo las plumas para decorarlos. Si me das una de tus plumas de daré a cambio un jugoso gusano”.
A la paloma le encantó esa oferta y de inmediato se quitó una de sus plumas y la entregó al sombrerero, al tiempo que este le entregaba un gusano. “Qué gran oferta —se decía la paloma—, ya no tendré que cazar gusanos”. Así que cada vez que sentía deseos de comer un gusano iba al parque y canjeaba una pluma por un gusano. No pasó mucho tiempo hasta que los familiares le advirtieran: “No sigas vendiendo tus plumas, pronto vendrá el invierno y tendremos que emigrar”, pero la paloma hizo caso omiso. Cuando llegó el invierno las palomas empacaron sus pertenencias y emprendieron el vuelo hacia tierras cálidas, pero cuando esta paloma quiso emigrar… ¡no pudo volar! ¡Había perdido demasiadas plumas!
La paloma de la fábula constituye un buen ejemplo del síndrome de Esaú: sacrificar lo celestial por lo terrenal, cambiar la eternidad por un placer momentáneo. Elena de White señala que hoy en día “millares de personas están vendiendo su primogenitura […]. Sacrifican la salud, debilitan las facultades mentales, y pierden el derecho al cielo; y todo esto por un placer meramente temporal, por un goce que debilita y degrada su carácter. Así como Esaú despertó para ver la locura de su canje precipitado cuando era tarde para recobrar lo perdido, así les ocurrirá en el día de Dios a los que han trocado su herencia celestial por la satisfacción de goces egoístas” (Patriarcas y profetas, p. 181).
Muy pronto Cristo volverá a buscarnos y “volaremos” con él hacia un lugar mejor. Así que ¡no desperdicies tus plumas! No cambies la eternidad por los gusanos que el mundo te ofrece. ¡No vendas tus plumas!