Matutina para Jóvenes | Lunes 14 de julio de 2025 | Dar en el blanco

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Matutina para Jóvenes

«Entre todos estos hombres había setecientos zurdos que manejaban tan bien la honda que podían darle con la piedra a un cabello, sin fallar nunca» (Juec. 20:16)

¿Qué tienen en común los zurdos del versículo de hoy con el pecado? Mucho más de lo que te imaginas. La mayoría estamos familiarizados con la definición de «pecado» como «infracción de la Ley» (1 Juan 3:4). En el Antiguo Testamento, se emplean varias palabras para describir el pecado, ofreciendo así una perspectiva más profunda sobre este tema. Por ejemplo, «iniquidad» (en hebreo awon) describe una conducta retorcida; mientras que «transgresión», que es sinónimo de «rebelión» (en hebreo pesha), alude a traicionar la confianza de alguien. Pero la palabra que más se usa en todo el Antiguo Testamento es simplemente «pecado», que en hebreo es hatá.

¿Y qué significa hatá? Literalmente: «errar al blanco». Es «apuntar a un objeto concreto, pero no ser capaz de acertarle». Ahora bien, si «pecar» es «errar al blanco», ¿cuál es el blanco? En el primer capítulo de la Biblia leemos que Dios nos creó a su imagen y conforme a su semejanza (Gén. 1:26) y para que viviéramos en armonía con nuestros semejantes. De allí que «errar al blanco» equivalga a fallar en lo que respecta a estas

dos grandes relaciones: amar a Dios y amar al prójimo (ver Mat. 22:36-40).

Pecar es fallar en nuestra misión de ser seres humanos creados a la imagen de Dios. Es fallar a la hora de juzgar nuestra propia conducta, nuestros impulsos y motivaciones. La mala noticia es que todos somos pecadores (ver Rom. 3:23), pero la buena nueva es que Jesús se hizo humano y él sí dio en el blanco. Amó a Dios y amó al prójimo. Asumió la culpa de nuestros fracasos y tomó nuestro lugar en la cruz. Pedro lo resume de la siguiente manera: «Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie […]. [Él] mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud» (1 Ped. 2:22, 24).

Hoy, Jesús te ofrece un nuevo comienzo en el que puedes alcanzar la meta y amar a Dios sobre todas las cosas, así como a tu prójimo como a ti mismo. Es decir, una vida sin pecado. ¿Aceptarás la invitación?

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