Matutina para Jóvenes | Lunes 20 de Mayo de 2024 | Los caballitos de mar

Matutina para Jóvenes | Lunes 20 de Mayo de 2024 | Los caballitos de mar

Los caballitos de mar

«No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes» (Mateo 7: 1).

Cuando era adolescente mi madre me compró dos caballitos de mar. Me emocioné cuando abrí el paquete, y no pensé en que los caballitos de mar son criaturas de agua salada. Yo era tan joven e inocente que no comprendí que si los ponía en mi acuario de agua dulce morirían.

Sus aletas tenían apariencia de un halo transparente y tembloroso, mientras nadaban con rapidez entre los demás pececitos. Como era invierno, encendí el calentador del agua, con la intención de apagarlo antes de acostarme. Pero olvidé hacerlo. A la mañana siguiente encontré a todos los pececitos, incluidos los caballitos de mar, muertos en la superficie del agua que estaba muy caliente. Convencido de que había causado la muerte de mis caballitos de mar debido a mi descuido, me sentí muy culpable y fui a mi recámara, me arrodillé junto a mi cama y oré a Dios pidiendo que los resucitara. Pero no volvieron a vivir.

Entonces pensé que había aprendido una importante lección sobre Dios. Para mí era muy evidente que este Dios, que se suponía que se preocupaba hasta de los gorriones que mueren, no se preocupó de mis caballitos de mar, ni tampoco de mí. En otras palabras, Dios era quien tenía la culpa por mantenerse distante y despreocupado.

Naturalmente, no tardé en darme cuenta de que había cometido el desatino de poner a los pececitos de mar en agua dulce, y que habrían muerto de todos modos, aunque hubiese apagado el calentador de la pecera. Pero luego pensé: «Mamá debería haber pensado en eso antes de comprarlos y enviármelos». Así terminé por culpar a mi madre por el error cometido.

Entonces, ¿quién era el verdadero culpable? ¿Dios? ¿Satanás? ¿Mi madre? ¿Los vendedores? ¿Yo? Es precisamente porque Dios es consciente de la poca sabiduría que tenemos, y del grave daño que puede causar nuestra forma ignorante de considerar las cosas, que nos dejó instrucciones muy claras sobre este tema de la culpa: «No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes» (Mateo 7: 1). ¿Alguna vez te has dejado dominar por tus prejuicios sobre alguien para luego descubrir que estabas equivocado? Quizá esa persona difícil de tratar merezca una oportunidad. Pide hoy a Dios que te ayude a ver a los demás con los ojos de Jesús.

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