Escuchar esta entrada:
«Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó» (Gén. 1:27, NTV)
A mediados de septiembre de 2023, recibí un mensaje de WhatsApp de una amiga que decía: «Jorge, ¿con qué frecuencia piensas en el Imperio Romano?». Después de reflexionar por un momento, le respondí: «Aproximadamente dos o tres veces por semana, sin contar las ocasiones en las que pienso en los tiempos del Nuevo Testamento». Su reacción fue de sorpresa; me indicó que nunca pensaba en el Imperio Romano y me preguntó qué me llevaba a pensar en ellos. Le expliqué que me venían a la mente al considerar temas como carreteras, acueductos, el Senado, los emperadores y cómo la decadencia moral contribuyó a la ruina del imperio.
Después me enteré de que la pregunta formaba parte de una tendencia en las redes sociales que consistía
en preguntar a los hombres qué tan a menudo pensamos en el Imperio Romano. Aparentemente, los hombres reflexionamos sobre ese tema con bastante frecuencia, mientras que las mujeres casi nunca lo hacen.
Creo que esta tendencia ilustra las diferencias entre hombres y mujeres. A su vez, esto demuestra la creatividad con la que Dios nos creó. Hombres y mujeres pensamos, hablamos, sentimos y aprendemos de manera diferente.
Reconocer, entender y aceptar esas diferencias nos ayudará a ser un mejor complemento para el sexo opuesto y también nos complementará mejor a nosotros mismos. Necesitamos tanto el pensamiento abstracto como el concreto. Es esencial tener personas que reflexionen sobre el surgimiento y la caída de grandes civilizaciones, pero también necesitamos individuos que nos mantengan con los pies en la tierra y nos recuerden que los detalles prácticos, como cambiar los pañales de un niño, son igualmente importantes.
Pensar en el imperio Romano o en las emociones no quiere decir que un sexo sea mejor que el otro. «Somos iguales incluso al ser diferentes. Poseemos ventajas en un aspecto y desventajas en otros. Aceptar esto nos ayudará a dejar de tratar de hacer a los demás más como nosotros» (Chad Eastham, Bill Farrel y Pam Farrel, Guys Are Waffles, Girls Are Spaghetti [Thomas Nelson, 2010], p. 39). Qué aburrido sería el mundo si todos pensáramos de la misma manera. Y qué bueno que Dios nos ha creado como seres diversos en pensamiento. Aprendamos a amarnos y valorarnos, así como somos.