Resplandor alrededor del sábado
«Acuérdate del sábado, para consagrarlo al Señor» (Éxodo 20: 8).
Corría el sábado 3 de abril de 1847 y, en el patio de la casa de Stockbridge Howland, en Topsham, Maine, los pajarillos cantaban y los aromos florecían. En el interior, la calidez de la primavera se reflejaba en los corazones de los adventistas que se habían reunido para estudiar la Biblia. Entre ellos se encontraban Elena G. de White y su esposo, quienes guardaban el sábado, mientras que otros aún estaban indecisos. «Mientras orábamos —escribe Elena G. de White— el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos gozosos» (Primeros escritos, p. 53).
De repente, Elena, que en ese entonces tenía diecinueve años, exclamó: «¡Gloria! ¡Gloria!». Todos comprendieron que estaba en visión. Al volver en sí, les contó que en su visión había sido llevada por un ángel al santuario celestial a la santa ciudad. El ángel la condujo a través del lugar santo hasta el velo, y allí vio a Jesús de pie esperándola. Luego el guía la llevó hasta el lugar santísimo, en donde vio un arco dorado con ángeles a cada lado que miraban dentro del arca donde estaban las tablas de piedra dobladas como un libro. Elena observaba mientras Jesús las abría: «Vi en ellas —dijo— los Diez Mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardara en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un halo de gloria» (p. 54).
¿Por qué crees que el cuarto mandamiento estaba rodeado de un círculo de gloria? Porque el sábado es un símbolo especial de la relación de Dios con su pueblo (ver Ezequiel 20: 12). El sábado nos recuerda la creación y la redención.
Y tú, ¿cómo pasas el sábado? ¿Es un día de bendición o de aburrimiento? ¿Lo dedicas a estar en comunión con Dios y tus compañeros en la fe? El sábado es un regalo precioso que Dios nos ha dado, y quiere que lo disfrutemos junto a él y a los demás. Que la manera en que guardes el sábado sea un testimonio para otros del Dios al que adoras.