Matutina para Jóvenes | Lunes 28 de Agosto de 2023 | Disfrutando la vida en Cristo

Disfrutando la vida en Cristo

Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración. Romanos 12:12.

No hay, por ahora, mayor alegría que vivir en la esperanza que genera Jesús. No solo porque sea la solución futura a la situación del mundo, sino porque es la solución actual en nuestra vida. Vivir en Cristo no es un camino tortuoso para el corazón convertido. Tortuosos pueden ser los días, las presiones, las tentaciones o las tribulaciones, pero se pueden soportar, e incluso sufrir, con el corazón alegre.

Te preguntarás: ¿Cómo puedo llegar a esa situación?, porque no es tan fácil. Elena de White lo explica de una manera bien sencilla: “Los que llegan a ser una nueva creación en Cristo Jesús producirán los frutos del Espíritu: ‘Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio’ (Gál. 5:22, 23). Ya no se conformarán por más tiempo a los malos deseos que tenían, sino que por la fe del Hijo de Dios seguirán sus pisadas, reflejarán su carácter y se purificarán, así como él es puro. Ahora aman las cosas que antes aborrecían, y aborrecen las cosas que antes amaban. Los orgullosos y presumidos llegan a ser mansos y humildes de corazón. Los vanidosos y arrogantes llegan a ser serios y modestos. Los borrachos se vuelven sobrios; y los libertinos, puros. Han dejado a un lado las costumbres y las modas vanas del mundo. Los cristianos no buscarán ‘el adorno externo’, sino el ‘interno, del corazón, en incorruptible belleza de un espíritu manso y tranquilo’ (1 Ped. 3:3, 4)” (El camino a Cristo, pp. 57, 58).

La mayoría de las cosas de este mundo te producen cierta decepción cuando las posees. Toda la excitación pasa apenas las tienes. No sucede de esta manera cuando te entregas a Jesús. Nada más entrar en tu vida, te sientes pleno, feliz, satisfecho.

Recuerdo a Margarita. Era anciana cuando la conocí, viuda, no demasiados recursos, analfabeta y… alegre. Era una mujer de carácter y buena disposición, y toda esa energía la recibía de su gran amor: Jesús. Ella misma era amorosa, vivía en paz, en bondad y en fidelidad. Disfrutaba de una vida como la mía, pero a otro nivel, al nivel celestial. Cuando pienso en ella, la echo de menos porque mejoró mi adolescencia poniendo mi foco en quien debía ponerlo, donde todos debemos ponerlo, en Cristo.

Ahora es un buen momento para reflexionar sobre nuestros avances en nuestro carácter. ¿Va mejorando? ¿Necesitamos volver a entregarnos al Señor? ¿Detectamos en nosotros los frutos del Espíritu? ¿Disfrutamos de Cristo?

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