Matutina para Jóvenes | Lunes 28 de julio de 2025 | Excelencia

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Matutina para Jóvenes

«Hagan lo que hagan, háganlo bien» (Col. 3:23, NBV)

Hace algunos años escuché hablar de Nordstrom, la famosa cadena de tiendas por departamentos que presume poseer el mejor servicio al cliente en Estados Unidos.

Se cuenta que un caballero decidió aprovechar un especial de trajes que Nordstrom ofrecía. El traje que escogió estaba en oferta con la condición de que no podía ser alterado el mismo día, sino al día siguiente. El caballero accedió y dejó las prendas en manos del sastre. Al día siguiente debía viajar de Dallas a Seattle por razones de trabajo, pero cuando pasó a recoger el traje, ¡no estaba listo! Así que siguió rumbo al aeropuerto y abordó el vuelo que lo llevaría a Seattle.

Varias horas después, cuando el caballero llegó al hotel, ¿sabes lo que encontró en su habitación? ¡El traje! Pero además del traje había tres hermosas corbatas de seda que él no había ordenado y una nota del vendedor pidiendo disculpas por el retraso. El vendedor había llamado a la casa del caballero, había investigado su ruta, hotel y habitación y le había enviado el traje con la compañía más rápida de envíos.

La excelencia es una cualidad deseada, pero ¿qué significa realmente? ¿Es solo tener buenas calificaciones, ganar premios o lograr metas? ¿O hay algo más profundo y trascendente que define la excelencia? La Biblia nos enseña que la excelencia no es solo un resultado, sino una actitud. No se trata solo de lo que hacemos, sino de cómo lo hacemos y para quién lo hacemos. La excelencia es hacer todo lo mejor que podamos, con los dones y talentos que Dios nos ha dado, para su gloria y su propósito. Esto significa que nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestras relaciones, nuestras aficiones, y todo lo que hacemos en la vida, debe ser una ofrenda de amor y gratitud al Creador.

La excelencia también implica un compromiso con el crecimiento y el aprendizaje continuo. Es no conformarse con lo mínimo o lo mediocre, sino de esforzarse por mejorar cada día con la ayuda de Dios. Esto no se logra de la noche a la mañana, sino que es un proceso que requiere dedicación, disciplina y dependencia de Dios. Tampoco se mide por los estándares del mundo, sino por los principios del reino de los cielos. Te invito a preguntarte hoy: «¿Estoy viviendo con excelencia?».

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