En el monte Calvario
“En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gál. 6:14, NVI).
Durante los primeros años de su ministerio, el reverendo George Bennard oraba fervientemente para tener una comprensión más completa de la Cruz y de su rol en el cristianismo. Por eso dedicó muchas horas a estudiar, orar y meditar, hasta que finalmente pudo decir: “Vi al Cristo de la cruz como si hubiese estado viendo Juan 3:16 salir de la página impresa, tomar forma y cumplir el significado de la redención”.
Fue en esos días que surgió el tema de su canción más conocida. Inmediatamente se hizo popular, se la presentó en una convención en Chicago y se esparció por todo el mundo cristiano.
La cruz de Cristo ha sido motivo de grandes debates, mensajes contradictorios, luchas inexcusables en su nombre y muertes injustas de oprimidos y mártires.
Para muchos, es un tema difícil de explicar, incomprensible y hasta grotesco; algo que no pueden terminar de conciliar con la imagen de Jesús.
El capítulo “Calvario” de El Deseado de todas las gentes nos muestra de forma mucho más acabada y amplia el significado de la cruz y todo lo que implicó para Jesús y para nosotros.
Hoy te invito a leer el capítulo entero, a cantar este himno con gratitud y a meditar en esta cita:
“Y todo lo que sufrió –las gotas de sangre que cayeron de su cabeza, sus manos y sus pies, la agonía que torturó su ser y la inefable angustia que llenó su alma al ocultarse el rostro de su Padre– habla a cada hijo de la humanidad y declara: ‘Por ti consiente el Hijo de Dios en llevar esta carga de culpabilidad; por ti saquea el dominio de la muerte y abre las puertas del Paraíso. El que calmó las airadas ondas y anduvo sobre la cresta espumosa de las olas, el que hizo temblar a los demonios y huir a la enfermedad, el que abrió los ojos de los ciegos y devolvió la vida a los muertos, se ofrece como sacrificio en la cruz, y esto por amor a ti’ ” (p. 703).