La renovación de un músico
«Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir» (Romanos 12: 2).
Franz Liszt era un genio del piano. Desde niño, deslumbraba a las multitudes con su talento. Lo apodaban el «Niño Maravilla», y muchos querían aprender de él. Tenía dinero, fama y admiración. Era un éxito en todos lados hasta que su vida se derrumbó. En el verano de 1827, Liszt enfermó. Mientras se recuperaba, su padre falleció. Liszt entonces tuvo que dejar de dar conciertos, y dar clases de piano para mantenerse a sí mismo y a su madre. Para empeorar las cosas, en un solo día, perdió su trabajo y a la chica que amaba. Franz se sintió derrotado. Había perdido las ganas de vivir. Deambulaba como un demente. No quería saber nada de la música, y hasta pensó en ser sacerdote. Su madre se preocupaba mucho por él.
—Franz, debes dejar de preocuparte tanto —le rogaba—. Aquí tienes una entrada para el concierto de Paganini. Ve, y diviértete un poco.
—¿Paganini? —preguntó Franz—. ¿El famoso violinista italiano?
—Así es —respondió su madre con una sonrisa al notar el entusiasmo en la voz de su hijo—. ¿Irás al concierto?
—¡Claro que sí! No me lo perdería por nada del mundo.
Al escuchar al gran maestro, Liszt sintió un fuerte deseo de ser como él. Se dedicó a practicar cinco horas al día: escalas, terceras, sextas, octavas, notas repetidas y cadenzas. Luego se puso a tocar las obras de los grandes maestros, como Beethoven y Bach. Pasaron meses y nadie lo vio. Durante ese tiempo, no tocó en público ni una vez. Cuando volvió a la sala de conciertos, dejó a su público impresionado. «Liszt es un pianista increíble», decían los que lo escuchaban tocar. «Nadie puede superar su maravillosa interpretación».
Contemplar la ejecución del maestro Paganini en concierto renovó la carrera musical de Liszt. Nosotros también podemos cambiar al seguir el ejemplo del mejor Maestro: Jesucristo. Él nos mostró la voluntad de Dios, «lo que es bueno, agradable y perfecto» (Romanos 12: 2). Por eso no adoptes las costumbres de este mundo, como el egoísmo, la violencia o la mentira. Más bien, deja que el Espíritu de Dios transforme tu vida. ¿Te gustaría seguir el ejemplo del Maestro? Te animo a que lo hagas hoy. No te arrepentirás.