¡Oh, cuán dulce es fiar en Cristo!
“Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: tú eres mi Dios” (Sal. 31:14).
El día estaba hermoso, así que en familia salieron de pícnic. Louisa, su esposo y su hijita Lily pasaban un agradable momento en un parque cuando, de repente, escucharon un grito que pedía ayuda. Venía de un niño. El hombre corrió a su rescate. Louisa y la pequeña Lily vieron con impotencia cómo se ahogaba con el niño que había intentado rescatar.
En medio de aprietos financieros, consecuencia de la falta de su esposo, Louisa estaba destituida. Pero Dios nunca la abandonó. Una noche, preocupada por qué comerían, oró y al rato escuchó que alguien golpeaba a la puerta. Cuando la abrió, no vio a nadie, pero se encontró con una canasta llena de víveres. Inmediatamente fue a su escritorio y escribió el poema que luego se convertiría en este amado himno.
Louisa aprendió a confiar en Dios, y esa lección se refleja en las estrofas. Poco después, con su hija, se mudaron a Sudáfrica para servir como misioneras.
Seguramente a esta altura habrás notado que muchos de los himnos más preciosos que cantamos tienen su origen en experiencias tristes y de mucho desamparo. Sin embargo, Dios nunca abandona a sus hijos.
Esto me recuerda la historia de una viuda a quien Eliseo ayudó. No solo estaba desconsolada por la muerte de su esposo y por la deuda enorme que le había sido heredada, sino que estaba a punto de perder a sus dos hijos, que tendrían que servir para saldar la cuenta.
Solo tenía una vasija y mucha fe. Y por eso fue grandemente recompensada. Hizo el rejunte de vasijas más grande de su pueblo y, encerrada, como parte de un experimento secreto y un milagro evidente, llenó incansablemente todas las vasijas con el contenido de una sola. Su fe y su obediencia a la palabra del profeta le proveyeron los medios necesarios para saldar la deuda y mantener a sus hijos consigo.
“Entre todas las personas cuyas necesidades exigen nuestro interés, la viuda y el huérfano tienen derecho en forma más definida a nuestra tierna consideración y cuidado. ‘La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo’ (Sant. 1:27)” (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 163).
Es muy dulce fiar en Cristo, pero ¿qué podemos hacer por el huérfano, la viuda y los necesitados hoy?