Entre los márgenes
Asimismo se realizará lo que tú determines, y sobre tus caminos resplandecerá la luz. Job 22:28.
Comencemos con una cita de Elena de White muy clarificadora de lo que Dios anhela de nosotros: “El gobierno de Dios no se basa, como Satanás quiere hacerlo parecer, en una sumisión ciega y en un control irracional. Al contrario, apela al intelecto y la conciencia. ‘Vengan […] y razonemos’ es la invitación del Creador a todos los seres que ha creado (Isa. 1:18). Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas. Él no puede aceptar un homenaje que no sea voluntario e inteligente. Una sumisión meramente forzada impediría todo desarrollo real de la mente o el carácter; haría del hombre un mero autómata. Ese no es el propósito del Creador. Él desea que el hombre, la obra maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible. Nos presenta la bendita altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia. Nos invita a entregarnos a él para que pueda obrar su voluntad en nosotros. A nosotros nos toca elegir si seremos libres de la esclavitud del pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (El camino a Cristo, pp. 43, 44).
Este texto nos permite poner algunas cosas en orden:
1. Dios no desea que seamos robots, objetos sin alma que solo obedecen órdenes. A él le gusta que hagamos las cosas porque queremos hacerlas, no porque estemos obligados a hacerlas. Nunca fuerza la voluntad de una persona. Anhela una adoración sincera, de verdad, que surja del corazón.
2. Dios no desea que seamos ignorantes, seres sin pensamiento que solo aceptan órdenes. A él le gusta que pensemos, que pensemos bien y de forma elaborada. Le agrada que seamos personas cultas, elegantes y preparadas. Sabe que no siempre es fácil, pero pone a nuestra disposición su Gracia para que lleguemos a la altura que precisamos y volvamos a la identidad del Edén.
Dejar claros estos dos conceptos nos va a permitir ir más allá por las veredas de lo espiritual, adentrándonos en los caminos más espectaculares de la confianza y el conocimiento. Hay que disfrutar de la compañía divina porque aporta sosiego y gozo.
Hay que desentrañar las verdades divinas porque aportan certeza e identidad. Ya está bien de estar entre los márgenes de la fe (desconfianza e ignorancia), discurramos por el amplio sendero del poder de Dios, poder que resonará en nosotros con la intensidad del trueno.