Contrastes
Como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. 2 Corintios 6:8-10.
El Reino de los cielos en nuestros corazones lo cambia todo. Podemos parecer de cierta forma al mundo, pero somos muy diferentes. Solo hay que aprender a mirar con los ojos de Dios. A los corintios, sin embargo, les costaba ver las cosas de esta manera. Pertenecían a una sociedad y a una iglesia que se hallaban en convulsión. La multitud de estilos de vida y de cosmovisiones generaban colisiones y tensiones. Pablo tuvo que enviar varias cartas para resolver algunos de estos problemas. Anhelaba poner las cosas en su sitio y que aprendieran a ver de forma adecuada la realidad del mundo.
Los discípulos de Cristo, en ese momento de la historia, podían parecer falsos pero vivían en la Verdad. Apenas si se los conocía, pero tenían el Conocimiento. Se podía pensar de ellos que tenían los días contados, pero disfrutaban de la verdadera Vida. Lo pasaban mal, pero estaban ahí. Sufrían, pero se mantenían alegres. Eran pobres, pero enriquecían a multitudes. No poseían nada, pero tenían todas las necesidades cubiertas. Y esa perspectiva cambió el mundo. Incluso a los corintios.
A cientos de años de esta carta, poco parece haber cambiado en nuestra sociedad. La Verdad se confunde entre multitud de ilusiones verosímiles. Se confunde tanto que, en ocasiones, tenemos vergüenza de afirmar que vivimos en la Verdad y la experimentamos en minúsculas y de forma privada. Apenas si hemos tenido nuestros pocos minutos de fama, y nos abochorna repetir el nombre de nuestra iglesia porque pocos la conocen. Tanto es así que, en otras ocasiones, nos etiquetamos dentro de otros grupos religiosos más conocidos. Muchos piensan que lo nuestro no es vivir porque no potenciamos el escapismo, ni el presentismo ni el hedonismo. Y nuestros jóvenes, e incluso mayores, experimentan actividades ajenas a nuestro ideario porque piensan que eso sí es vivir. No nos gusta sufrir, la resiliencia no parece una virtud. No nos gusta ser pobres, nos agradan las cosas. Queremos más, necesitamos más.
Lamento decirte que, si te encuentras dentro de la descripción que acabo de hacer, debieras revisar las Epístolas a los Corintios. En tu lectura, por favor, no te olvides de las palabras finales de Pablo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén”.
Y pide que tal gracia, amor y comunión te ayuden a ver las cosas como son.