Los días señalados
¿Qué haréis en el día de la solemnidad, y en el día de la fiesta de Jehová? Oseas 9:5.
Volábamos mi esposa, Esther, y yo de Alemania a España con una escala en Italia. Salimos un viernes y esperábamos llegar a casa antes de la puesta de sol. Pero terminamos pasando el sábado en el aeropuerto de Milán-Malpensa. Fue un día muy largo porque era un tiempo señalado que deseábamos pasar con la familia y en la iglesia. Además, todo nos resultó ajeno.
Algo similar sucedió con el reino del Norte de Israel. Se alejaron de Dios y terminaron lejos de su amada tierra, desarraigados y errantes. El profeta Oseas se pregunta qué es lo que harían cuando se hallasen en tierras extrañas y recordasen que era un sábado o una festividad; cuando debieran hacer enramadas con hojas de palmera y limonero y se encontrasen en espacios donde no fuera posible; cuando debieran celebrar la Pascua, pero no hubiese ni pan ázimo ni hierbas amargas. ¡Qué gran tristeza!
Hoy es igual. ¿Cuántos hijos de Dios se han separado de la fe y deben recordar desde la distancia los debates de las Escuelas Sabáticas? ¿Y los coros en el sermón? ¿Y las palabras de exhortación del pastor? ¿Y la comida de los sábados en el salón de la iglesia? No sé si añorarán los sucedáneos de gluten y harina de soja, pero ¿y las charlas amistosas y sinceras? ¿Y las fiestas de bautismo, Santas Cenas y bodas? Puede que estén en el trabajo, olvidando que es el día en que nos apartamos de lo nuestro para comprender lo Suyo. Puede que estén en la cama tras un viernes de locura y hedonismo. Puede que, simplemente, descansen en casa porque las memorias dolorosas los alejan de los espacios anhelados. ¡Qué tristeza! Porque son nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos, e incluso, aquellos que en un momento fueron una buena influencia. Y en los días señalados uno se acuerda de los que faltan.
Al final del libro de Oseas, Efraín (que representa al reino del Norte) se plantea si merece la pena seguir a otros dioses. Se arrepiente de su conducta y Dios, siempre dispuesto a perdonar, le contesta: “Yo lo oiré y velaré por él” (Ose. 14:8). Y concluye el libro.
Qué bueno sería que aquellos que conocieron a Jesús y que por una razón u otra se alejaron de él, se dijeran lo mismo. Quizás alguien podría recordarles que los echamos de menos en los días señalados, y que al Señor no le importa ningún pasado sino el anhelo de un futuro juntos. Quizás ese alguien podrías ser tú.