Matutina para Jóvenes | Martes 28 de Enero de 2025 | Las manzanas del mono

Matutina para Jóvenes | Martes 28 de Enero de 2025 | Las manzanas del mono

Las manzanas del mono

“Luego me di cuenta de que esos placeres provienen de la mano de Dios” (Ecl. 2:24, NTV)

Un mono habitaba en una exuberante selva, donde disfrutaba balanceándose entre los árboles, saboreando frutas y reposando. Un día, explorando la selva, avistó una villa. Se aproximó a una casa y, a través de la ventana, vislumbró un recipiente con manzanas tan rojas y hermosas como nunca antes había visto. Incapaz de resistir la tentación, tomó una con cada mano y regresó a la selva. Al olerlas, notó la ausencia de cualquier aroma, y al intentar morderlas, se lastimó; eran manzanas de madera, bellas en apariencia, pero inútiles como alimento.

A pesar de la derrota, el mono no se rindió y protegió las manzanas para evitar que otros animales las codiciaran. Fascinado, contemplaba cómo brillaban bajo la luz del sol, y a pesar de no poder comerlas, las encontraba perfectas. Su hipnosis con las manzanas llegó al punto de olvidar su propia hambre. Sin embargo, al pasear cerca de unos árboles, el aroma frutal le recordó su necesidad de alimentarse. Aunque ansiaba tomar una banana, optó por no soltar las manzanas y sacrificó la oportunidad de comer.

Con el tiempo, las manzanas se volvieron cada vez más pesadas, pero él se resistía a soltarlas. Su obsesión lo transformó en un ser amargado, incapaz de comer, descansar o incluso trepar los árboles, ya que sus manos estaban ocupadas con las manzanas. Desdichado, fatigado y hambriento, finalmente se rindió, liberando las manzanas y optando por las suculentas bananas. Comió, se balanceó por la selva y recuperó su felicidad.

Con frecuencia, los seres humanos caemos en el mismo error. Nos aferramos a manzanas falsas, como nuestra imagen, posesiones materiales, títulos universitarios, riquezas, y otras cosas, olvidándonos de disfrutar lo más esencial de la vida: la familia, los amigos y el amor. Salomón, un hombre que lo tuvo todo, comprendió que esas “pequeñas” cosas son las verdaderas bendiciones que Dios nos otorga. Aunque escribió el Eclesiastés en su vejez, pudo soltar sus manzanas de madera y regresar a los brazos de Dios, reconociendo que “esto es lo más importante para todo hombre y mujer” (Ecl. 12:13, NBV). ¿Y tú? ¿Qué manzana de madera te impide hoy disfrutar las bendiciones de Dios?

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