
«¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?» (Mat. 16:26)
En enero de 2017, las Águilas Cibaeñas y los Tigres del Licey disputaron el título de campeón de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana. Como buen cibaeño, soy «aguilucho desde chiquitico» y esperaba que mi equipo ganara. Pero en el último partido los Tigres nos arrebataron la corona.
Mi ilusión se debía a que las Águilas habían tenido un excelente desempeño durante la temporada regular. Pero de nada valió al final. Creo que una frase de Shakespeare resume lo que pasó aquel día: «Bien está lo que bien acaba», o como dicen otras traducciones: «A buen fin, no hay mal comienzo».
Aunque siempre resulta gratificante ganar la batalla, lo que realmente cuenta es ganar la guerra. Creo que la idea de «terminar bien» nos ayuda a tener una perspectiva correcta de la vida. Cuando triunfamos, no hemos de confiarnos, pues los fracasos del futuro pueden echar a perder las victorias del presente. Pero también es cierto que nuestras derrotas no nos definen. Fracasar en una relación amorosa, en un examen o en un
empleo no tiene por qué significar el final. Mientras estemos vivos, habrá oportunidad para corregir los errores.
Mañana termina el año. ¿Qué ves al recordar los últimos doce meses? Si fue un buen año, te animo a seguir avanzando y conquistando nuevas alturas. Si consideras que ha sido un pésimo año, no te desanimes, pronto vendrá otro año y con él la oportunidad de enmendar tus errores y remontar hacia la victoria.
Puede que no sepas quiénes son las Águilas o los Tigres y en realidad eso no importa mucho. El «torneo»
que sí importa es el de tu vida y esta se compone de 365 «partidos» al año. Independientemente del resultado particular de cada uno, ¿cómo finalizarás este año? ¿Quién será el ganador de la lucha por tu alma? Como lo más importante es la vida eterna (ver Mat. 16:26), el éxito o fracaso que este año representará solo se puede medir en función de qué tan cerca o lejos de Dios estemos. Con esa idea en mente te invito a acercarte a Jesús y darle a él el primer lugar en tu vida.
«Mi conclusión final es la siguiente: teme a Dios y obedece sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos» (Ecl. 12:13).

