Matutina para Jóvenes | Martes 9 de diciembre de 2025 | Su título favorito

Matutina para Jóvenes | Martes 9 de diciembre de 2025 | Su título favorito

Matutina para Jóvenes

«Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones; y el Espíritu clama:

‘¡Abbá! ¡Padre!’ » (Gál. 4:6)

Permíteme iniciar la meditación de hoy compartiendo que no soy muy aficionado a los títulos. Me siento algo incómodo cuando me llaman «señor», no me identifico mucho con el título de «licenciado», y encuentro divertido que algunas personas firmen utilizando sus títulos académicos o los destaquen en sus perfiles de redes sociales (sin intención de ofender si tú eres una de esas personas). A pesar de ello, he aprendido a convivir con el título de «pastor» y me sentí muy honrado cuando la iglesia me confirió la ordenación al sagrado ministerio. No obstante, prefiero que la gente me diga simplemente «Jorge».

Pero todo cambió el 5 de octubre de 2022. Aquel día adquirí un nuevo título que se ha convertido en mi favorito, aunque es tan exclusivo que solo hay una persona en el mundo que puede llamarme así: mi hijo. El 5 de octubre de 2022 nació Joel David, y un año después me dijo por vez primera «papá». Ahora no me imagino un título superior a ese. Por el resto de mi vida quiero ser simplemente eso: «papá».

¿Y en el caso de Dios? ¿Cuál crees que sea su título favorito? La Biblia se refiere a Dios usando varios títulos, él es Creador (Isa. 43:1), Redentor (Job 19:25), Sanador (Éxo. 15:26), Todopoderoso (Gén. 17:1), Proveedor (Gén. 22:13-14) y la lista podría continuar, pero ninguno de esos es su título favorito. Mientras Jesús estuvo

en la tierra se refirió a Dios con el título «abba» (Mar. 14:36), que es la palabra aramea para «papi» o «papito».

Y cuando nos enseñó a orar comenzó con la palabra «Padre» (Mat. 6:9). Ese es su título favorito.

Dirigirse a Dios como «Papá» es sinónimo de afecto, confianza y lealtad. Es saber que podemos contar con él en nuestros momentos de necesidad, así como mi hijo puede contar siempre conmigo. Es saber que, a pesar de nuestras culpas, miedos y dudas, el Padre de Jesús es también nuestro Padre. Incluso si no tenemos un padre terrenal, Dios se identifica como el padre de huérfanos (ver Sal. 68:5), que nunca nos abandona (Sal.

27:10) y hoy nos invita a decirle: «Tú eres mi Padre; eres mi Dios, que me salva y me protege» (Sal. 89:26). Después de todo, ese es su título favorito.

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