
«Dime, hijo mío, ¿quién eres tú?» (Gén. 27:18, NVI)
No recuerdo el momento exacto en el que me uní a Instagram, creo que lo hice más por seguir la manada que por interés genuino. Lo cierto es que desde el inicio me llamó la atención la enorme cantidad de filtros y efectos que ofrece. ¡Y la lista ha crecido desde entonces! Pero también noté algo perturbador: mis conocidos lucían tan diferentes en sus fotos y estados ¡que a veces me costaba reconocerlos! Incluso algunas fotos que usaban la etiqueta #SinFiltro se veían artificiales, o en ángulos que no representaban la realidad.
Sinceramente no creo que sea culpa de las redes sociales. La costumbre de usar un filtro para aparentar lo que no somos es tan antigua que incluso en la Biblia podemos hallarla. Un día Jacob tomó la decisión de engañar a su padre para obtener la bendición. ¿Cómo lo hizo? Colocándose un «filtro».
Con la ayuda de su madre, se vistió con las ropas de su hermano, para tener su aroma; y se cubrió con pieles de cabritos para simular su vello corporal. Pero eso no fue suficiente. Cuando su padre lo sorprendió con la pregunta: «¿Quién eres tú?», imagino que también tuvo que modular la voz, además de mentir, para convencerlo de que era otra persona.
Al igual que Jacob, muchos hoy vivimos vidas prestadas o inventadas, quizás porque no nos sentimos satisfechos con lo que somos o porque creemos que no somos lo suficientemente buenos. ¡Pero vaya ironía! Unos años más tarde engañaron a Jacob de una forma muy parecida al método que él había usado con Isaac.
Veinte años después, cuando regresaba a casa, Jacob se encontró luchando con Dios mismo a orillas del arroyo Jaboc. Entonces, la pregunta volvió como un búmeran, solo que ahora de labios del Señor: «¿Cuál es tu nombre?» (Gén. 32:27). ¿Mentiría Jacob nuevamente? No, Jacob sabía que ante los ojos de Dios no hay filtro que valga; también había aprendido lo importante que es la autenticidad, así que respondió: «Jacob», simplemente Jacob, Jacob #SinFiltro. Como resultado, en vez de un filtro pasajero, Dios le cambió el nombre permanentemente: Israel, el que luchó con Dios y los hombres y venció (Gén. 32:28).
Jacob tuvo el valor de mostrarse ante Dios y el mundo sin filtros, y su vida fue mejor desde entonces.
¿Tendrás tú el valor de vivir #SinFiltros?

