Los niños de Irena Sendler
“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (Prov. 3:27).
Hubo una heroína que pasó desapercibida por muchos años. Muy pocos historiadores la reconocieron, pues su nombre había sido borrado de los registros oficiales. Ella no había contado nada de su vida durante la época de la segunda guerra mundial. Pero en 1999, su historia comenzó a hacerse conocida gracias a un grupo de alumnos que investigaban sobre los héroes del Holocausto. El dato al que llegaron era asombroso: Irena había salvado a 2.500 niños.
Cuando Alemania invadió Polonia en 1939, Irena trabajaba como enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que tenía a cargo el manejo de los comedores comunitarios de la ciudad.
Cuando en 1942 los nazis crearon el gueto, Irena se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Consiguió trabajar en la lucha contra las enfermedades contagiosas, y como los alemanes temían una epidemia de tifus, a los polacos se les concedió permiso para controlar aquel lugar. Irena comenzó a ofrecer a las familias llevar a sus hijos fuera del gueto, por más difícil que fuera esta decisión: era eso o la muerte segura en los campos de concentración.
Al principio, los sacaba disimuladamente como víctimas de tifus, pero finalmente usó cualquier medio u objeto a su alcance como vía de escape. Elaboró documentos falsos para ellos y guardó en varios frascos de conserva los papeles con los datos reales de los niños y su nueva identidad. Escondía los frascos bajo un manzano en el jardín de su vecino.
Un día, los nazis se enteraron de sus actividades, la detuvieron y la torturaron brutalmente. Le rompieron los pies y las piernas, pero soportó la tortura sin delatar a nadie. Aunque fue sentenciada a muerte, un soldado la dejó escapar y a partir de allí cambió su identidad.
Años más tarde, cuando un periódico compartió su historia y algunas fotos, comenzaron a llover las llamadas de los niños, ya adultos, que la recordaban y le debían la vida.
El padre de Irena le había inculcado lo siguiente: “Ayuda siempre al que se esté ahogando, sin tener en cuenta su religión o nacionalidad. Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón”.
¿A quién ayudarás hoy?