Escuchar esta entrada:
«Jesús les dijo: ‘Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo’ » (Luc. 10:18)
¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas tentaciones son tan feroces? Durante la juventud, las tentaciones parecen ser mucho más fuertes que en otras etapas de la vida y puede resultar frustrante y desalentador sucumbir en más de una oportunidad ante los ataques de Satanás.
Recientemente, escuché a un pastor ofrecer una explicación sobre la situación de Satanás mediante una ilustración que nos puede ayudar a comprender por qué el enemigo nos ataca con tanta ferocidad. Imagina por un momento que estás disfrutando de un día de verano en la piscina con tus amigos, cuando de repente notas que dos de tus amigos, más grandes y fuertes que tú, se están acercando de manera sospechosa. No
necesitas preguntarles qué planean, pues sus rostros revelan su intención traviesa, así que aceptas tu destino: sabes que acabarás en el agua. Sin embargo, cuando tus amigos se aproximan para arrojarte, comienzas a resistirte. Estás convencido de que no podrás vencer a ambos, pero te comprometes firmemente a que, si terminas en el agua, al menos arrastrarás contigo a uno de tus amigos, y si puedes lograr que los tres caigan al agua, sería aún mejor.
Cuando leemos la Biblia, notamos que Satanás se encuentra en la misma posición que el escenario
hipotético que acabo de describir, pero con implicaciones más serias que simplemente caer en una piscina: fue expulsado del cielo (Apoc. 12:7-9), Jesús dice que lo vio caer «como un rayo» (Luc. 10:18), que ha sido juzgado y será echado fuera (Juan 12:31). Ahora, como sabe que está condenado y que le queda «poco tiempo» (Apoc. 12:12), anda «como león rugiente» (1 Ped. 5:8), buscando arrastrar consigo a la perdición a todas las personas que pueda.
En semejantes circunstancias, lo mejor que podemos hacer es «someternos a Dios» y «resistir al diablo» (Sant. 4:7). Pero es importante notar que tú solo no puedes resistir al diablo. Jesús comparó al enemigo con «un hombre fuerte» (Luc. 11:21). Para resistirlo, necesitamos la ayuda de «otro más fuerte»: Cristo Jesús (Luc.
11:22). Por eso Santiago escribió que primero hemos de «someternos» a Dios, que es más fuerte, y entonces podremos resistir. Satanás ya ha sido vencido, sabe que «caerá al agua», ¡no dejes que te arrastre con él!