La búsqueda de Dios
«¿Crees que puedes penetrar en los misterios de Dios y llegar hasta lo más profundo de su ser?» (Job 11: 7).
Varios oficiales militares se encontraban inmersos en una animada conversación. En medio de ellos, uno de los oficiales, conocido por su actitud arrogante y su rechazó a la existencia de Dios, dijo:
—Yo he sido criado y educado con el método científico, y hasta el momento no he encontrado pruebas científicas que demuestren la existencia de Dios.
Miró desafiante a su alrededor en busca de alguien que pudiera contradecirlo. En ese preciso instante, se percató de que el capellán había estado escuchando atentamente. Antes de que pudiera ofrecer disculpas, el capellán lo interrumpió y, en tono tranquilo, le dijo:
—Me resulta sumamente interesante su argumento, ya que comparto una inquietud similar. Como bien sabe, mi formación se basa en el método teológico, y hasta el momento no he encontrado pruebas teológicas que demuestren la existencia del átomo.
—Pero ¿quién en su sano juicio estudiaría el átomo desde una perspectiva teológica? —protestó el oficial.
—Precisamente —dijo el capellán—. ¿No le parece que tampoco se puede demostrar científicamente que Dios existe?
«Dios es espíritu», y aquellos que desean encontrarlo deben buscar en el reino espiritual. No se puede demostrar la existencia de Dios mediante experimentos, mediciones o cálculos científicos. Solamente el que busca a Dios con sinceridad en las páginas de la Biblia, en la naturaleza y en su propia vida, puede encontrarlo. A través del profeta, él afirma: «Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón» (Jeremías 29: 13).
La búsqueda de Dios requiere fe, humildad y disposición. No podemos pretender conocerlo todo sobre él, ni limitarlo a nuestros conceptos humanos. La Biblia dice: «Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos» (Salmo 19: 1, RVC). Dios se revela a través de su creación, de su Palabra y de su Espíritu. Pero también quiere tener una relación personal con cada uno de nosotros. Por eso nos invita a acercarnos a él con amor y confianza. Él dice: «Yo te he amado con amor eterno; por eso te sigo tratando con bondad» (Jeremías 31: 3).
¿Qué pasos puedes dar para acercarte más a Dios y conocerlo mejor? Él te está esperando con los brazos abiertos.