Tu pecado te alcanzará
«Pero si no lo hacen así, sepan que cometen un pecado contra el Señor y que algún día les llegará el castigo por ese pecado» (Números 32: 23).
Una señora de treinta y dos años, madre de una niñita, fue violada y asesinada en su propia casa en 1988. La policía no encontró ninguna pista que condujera a la detención del culpable.
Aunque la policía finalmente abandonó el caso por falta de pistas, la madre de la víctima resolvió buscar por cuenta propia y encontrar al escurridizo asesino. Durante años colocó avisos y fotografías de su hija en los periódicos, en los supermercados y en otros lugares. Apareció personalmente en más de cincuenta programas de televisión para hablar del asunto. Mantuvo constantemente el nombre de su hija ante el público con la esperanza de que cualquiera que tuviera alguna información pertinente para el caso se presentara. Dijo que había decidido llevar a cabo una campaña de terror contra el asesino, para recordarle a diario lo que había hecho, porque ella no lo olvidaría y tampoco quería que él lo olvidara. Tenía la esperanza de que el asesino se diera por vencido o que alguien que supiera que era culpable lo delatara.
En 1996 un hombre a quien el asesino le había contado en 1988 que había matado a una joven, vio en el diario local una carta abierta de la madre de la víctima en la que ofrecía diez mil dólares de recompensa al que diera una pista que condujera a detener al asesino. El hombre decidió que no quería seguir siendo cómplice del asesino por no informar a la policía.
La policía encontró al culpable y lo detuvo. Las pruebas de ADN demostraron su culpabilidad en el crimen cometido diez años antes, cuando tenía diecinueve años. ¡Su pecado lo había alcanzado!
Lo mismo nos podría suceder. Tal vez hayamos cometido pecados que no deseamos confesar a Dios, porque no queremos asumir nuestra responsabilidad. Preferimos huir de Jesús, y con el tiempo acallamos la voz de nuestra conciencia. Sin embargo, si no reconocemos nuestras faltas, más tarde o más temprano nuestro pecado también nos alcanzará. ¿Acaso no sería mejor confesar nuestros pecados ahora mismo y recibir el perdón divino y las fuerzas para vencer? «Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios […] nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1: 9).