El mejor regalo de cumpleaños
“Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isa. 40:29-31).
Era mi primer año viviendo en Uruguay, y aquella mudanza me había costado bastante. Era mi primer cumpleaños entre amigos nuevos. Toda esa semana había estado lloviendo y el día de mi fiestita de ocho no era la excepción. Pero con varios juegos organizados adentro y una rica merienda, festejamos sin problemas.
Llegó el momento de abrir los regalos y, entre ellos, se encontraba un sobre perfumado con una carta escrita a mano. En ella, mi amiga me pedía perdón por no haber podido asistir, ya que las condiciones climáticas no eran las mejores. Su casa quedaba en un camino de tierra y era prioridad cuidar el calzado y el boleto de colectivo para ir a la escuela.
Fue un golpe de realidad que desestructuró bastantes preconceptos que tenía acerca de lo que “merecía” en mi día, sobre todo al leer cómo continuaba la carta.
“Sé que con tu familia han venido de lejos para servir a Dios y en mi casa oramos siempre por ustedes, que llevan el mensaje. A veces tus pies pueden cansarse o puede costar acostumbrarse a lugares nuevos, pero te regalo esta promesa…”; y ahí copió el versículo de hoy. Entendí que el ministerio que teníamos como familia también era personal y más especial de lo que yo imaginaba.
Aunque le agradecí su hermoso gesto, creo que nunca fue consciente del impacto que tuvo esa carta en mí.
Tanto es así, que en el triste momento cuando mis padres nos contaron que se iban a separar, ese versículo fue el primero que vino a mi mente; esa promesa fue la primera a la que me aferré y me recordó que tenía un Dios personal que me había acompañado toda la vida y que estaría conmigo dándome fuerzas hasta el final.
Existe la costumbre de entregarnos regalos en los cumpleaños, pero ojalá sepamos que podemos regalar cosas mucho más valiosas y significativas que pueden marcar la vida de las personas de verdad y para eternidad.
Hoy, aunque no haya una fiesta de cumpleaños planeada, puedes proponerte tener un gesto así con alguien. En las manos de Dios, puede tener un alcance mucho mayor del que imaginas.