Los errores de Pedro
«Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Y salió Pedro de allí y lloró amargamente» (Lucas 22: 61, 62).
Parece imposible que Pedro pudiera haber negado a su Señor, que hubiera blasfemado y jurado a fin de convencer a sus oyentes de que no era seguidor de Jesús. Su experiencia es solo una muestra de la fragilidad de la naturaleza humana. Estaban juzgando a su Maestro, su esfuerzo por defenderlo había sido censurado; sus discípulos estaban en peligro; entonces, atemorizado y frustrado, vaciló.
La comprensión de su falta le produjo remordimiento. Su fracaso le parecía tan increíble como a nosotros. No conocía su propia fragilidad. Luego de haber cometido su falta se arrepintió profundamente.
La experiencia de Pedro ha sido una fuente de consuelo para todos los cristianos que, como él, vacilaron bajo las presiones de la vida. ¿Quién no ha pronunciado palabras de las que hubiera querido retractarse? ¿Quién no ha fingido en aras de su propia seguridad? ¿Quién no ha eludido las responsabilidades del discipulado? Todos lo hemos hecho. Y a semejanza de Pedro, cuando sentimos la mirada del Maestro en nuestra conciencia nos sumergimos en el pesar a causa de nuestra infidelidad.
Un gran predicador inglés dijo: «La vida, igual que la guerra, es una serie de errores, y no es el mejor cristiano ni el mejor general el que comete menos faltas. El mejor es aquel que conquista las victorias más espléndidas mediante la reparación de sus errores».
Pedro hizo exactamente eso. Pocas semanas más tarde, junto al mar de Galilea, Jesús le dio la oportunidad de reafirmar su promesa. Entonces vemos a Pedro predicar en Pentecostés como intrépido dirigente de la iglesia. Y ya a su vejez, le oímos decir: «Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables» (1 Pedro 5: 10).
Tal vez, como Pedro, has faltado a tus votos de fidelidad a Dios. Has transigido en medio de la prueba y tu comportamiento ha sido muy distinto del que cabría esperar de un cristiano. Hoy tienes la oportunidad de enmendar tus faltas y ser restaurado por Jesús.