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«Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos» (Mat.
18:3)
En el año 2005, mi amigo Domingo me prestó dos CDs con música cristiana en inglés; sí, en aquel tiempo estaba de moda el CD. Desde entonces me volví aficionado a la música de varios cantantes en inglés, entre ellos David Phelps. En su canción Gentle Savior [Gentil Salvador] Phelps canta: «Cuando llegue al valle que toda alma debe atravesar, recordaré entonces lo bien que conoces el camino. Pondré mi mano en tu mano como lo haría un niño confiado».
Aunque conozco esta canción hace muchos años, comprendí plenamente su significado cuando mi hijo
estaba dando sus primeros pasos. Poco antes de cumplir su primer año, Joel David empezó a ponerse de pie y a caminar, siempre y cuando encontrara de qué apoyarse. Con el tiempo descubrió que lo mejor era que papá o mamá lo sujetaran de las manos. Así que, cuando quería ir a alguna parte de la casa, extendía sus manitas para que lo sujetáramos y entonces iba a donde quería.
Quizás algo parecido fue lo que Jesús tuvo en mente cuando nos instó a ser «como niños» (Mat. 18:3). Aunque puedo ir en cualquier dirección que desee en la vida, lo mejor y más sabio siempre será extender la mano y apoyarme en mi Padre celestial, pues él conoce el camino y promete sostenerme cuando flaqueo. Elena de White captó magistralmente la idea de depender de Dios cada mañana en su famosa cita en El camino a Cristo: «Conságrate a Dios por la mañana. Haz de esto tu primera tarea. Sea tu oración: ‘¡Tómame, oh Señor, y hazme enteramente tuyo! Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Permanece conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti’. Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para realizarlos o abandonarlos según te lo indique su providencia» (p. 69).
Al comenzar este día, quiero recordarte que puedes poner tu vida en las manos de Dios con la confianza de un niño que está aprendiendo a caminar, porque «el Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir» (Sal. 32:8).