En Cristo
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3:28.
Soy español, de clase media y hombre. No reniego de esas etiquetas aunque no me definen totalmente. No elegí nacer donde nací, aunque añoro los olivos de mi tierra. No elegí ser de la clase social de la que soy, aunque me gusta tener tiempo libre y economía saneada. No elegí mi género y, ciertamente, no tengo ninguna duda en este tema. Sí que elegí ser cristiano y compartir esa experiencia con otros.
Han pasado siglos desde que Jesús dejó en claro que todos somos hijos de Dios de igual manera. Parece, sin embargo, que este es un tema que no hemos terminado de entender en su iglesia. No importa el lugar en el que hemos nacido sino a qué experiencias nacemos cada día. Ser de Europa, América o África no es tan relevante como vivir en la bondad, coleccionar sonrisas e intercambiar lágrimas. Para Jesús, el lugar donde llegaste a este mundo es secundario, le importa a dónde vas a llegar en este mundo.
Han pasado siglos, siglos desde que Jesús dejó en claro que no importan las cosas que poseemos sino lo que somos. Parece, sin embargo, que este es un tema que no hemos terminado de entender en su iglesia. No importa si conducimos un coche alemán, tenemos un chalet en la costa mediterránea o cargamos una joya sumamente pesada, sino cómo nos conducimos en la vida, dónde habita nuestro corazón o si sabemos cargar con las responsabilidades que nos corresponden. Ser rico o pobre no es tan relevante como ser persona, vivir con personas y entregarnos a ellas. Para Jesús, la condición social a la que pertenezcas es secundaria, le importa la grandeza de tu carácter.
Han pasado siglos desde que Jesús dejó en claro que lo de la discriminación de género es un resultado del pecado. Parece, sin embargo, que este es un tema que, por supuesto, no hemos terminado de entender en su iglesia. No importa si somos hombre o mujer sino si somos hijos de Dios, sus criaturas. Para Jesús, el género al que pertenezcas es secundario, le importa que seas de su familia, que desarrolles vínculos de cercanía, que tu mirada mejore a los demás.
Hemos elegido ser cristianos y es algo muy especial. Primero, porque no nos ha costado; es algo regalado. Segundo, porque nos permite vivir la oportunidad de hacer las cosas mejor, sin etiquetas. Y este no es un asunto menor. Hemos elegido su iglesia, y aquí las cosas se deben hacer de otra manera.