El valor de la humildad
«El honrar al Señor instruye en la sabiduría; para recibir honores, primero hay que ser humilde» (Proverbios 15: 33).
En una cultura en la que todo el mundo busca el reconocimiento y la atención de los demás a través de sus talentos y su personalidad, la humildad parece no tener cabida. Alguien podría preguntar: «¿Para qué ser humilde si tengo motivos para presumir?» .
Durante su estancia en Singapur, un genio de las matemáticas de veinte años visitó una universidad de ese país. Se le pidió que resolviera problemas complicados sin recurrir a calculadoras ni computadoras. Alguien le preguntó cuál era la raíz quinta de 6,436,343 y en pocos segundos dio la respuesta: 23. Los profesores de la universidad alabaron al joven.
Se dice que Napoleón era capaz de mantener seis secretarios ocupados escribiendo cartas simultáneamente. Comenzaba a dictarle a uno, seguía con el segundo, el tercero, y así sucesivamente. Finalmente, volvía a tomar el hilo del pensamiento de la primera carta con el primer secretario. Por cierto, esta capacidad es notable, pero recordemos que Napoleón tenía un pésimo carácter. Tendemos a sobrevalorar los talentos de los demás en detrimento de su carácter. Entonces, ¿qué importancia tiene la humildad?
La humildad nos acerca a Jesús. Él dijo: «Aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso» (Mateo 11:29). La humildad consiste en reconocer que lo que somos y lo que tenemos se lo debemos a Dios. Por ejemplo, Pablo reconocía que llegar a ser apóstol era el resultado de la obra de Dios, no de sus habilidades o talentos: «Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio» (1 Timoteo 1: 12).
En su novela Coloquio de los perros, Miguel de Cervantes, el más grande escritor español, afirmó: «La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea» . Por eso el apóstol aconseja: «Del mismo modo, ustedes, los jóvenes, deben obedecer la autoridad de los líderes de la iglesia. Todos deben tratarse con humildad, pues […] «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes»» (1 Pedro 5: 5, TLA).
Y tú, ¿quieres gozar de la ayuda de Dios o de su rechazo?