Matutina para Jóvenes | Sábado 2 de agosto de 2025 | «Los cerdos no vuelan»

Matutina para Jóvenes | Sábado 2 de agosto de 2025 | «Los cerdos no vuelan»

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Matutina para Jóvenes

«El cerdo, porque tiene pezuñas, y aunque las tiene partidas en dos, no es rumiante. Deben considerarlo un animal impuro» (Lev. 11:7)

En mitad del año 2023, me hallaba en el Aeropuerto Internacional de Miami, retornando a casa tras un viaje de trabajo. Después de pasar por migración, mientras bajaba las escaleras que conducen a la zona de reclamo de equipaje, vi un enorme letrero que me llamó la atención: «Los cerdos no vuelan». Debajo de este lema se explicaba que la carne de cerdo puede contener enfermedades, como la fiebre porcina africana y otras bacterias. Por eso, está prohibido ingresar a los Estados Unidos con productos de origen porcino.

Como nací y crecí en un hogar adventista, nunca he comido cerdo ni sus derivados, excepto por equivocación unas pocas veces. Sin embargo, cuando era adolescente a menudo llegué a sentir curiosidad al respecto. «¿Por qué todo el mundo puede consumir jamón o tocino y yo no?», me preguntaba. Pero a medida que fui creciendo, y leyendo, entendí que hay una razón válida detrás de la prohibición bíblica de Levítico

11:7. Un artículo publicado por el portal Healthline señala que el consumo de cerdo incrementa el riesgo de

hepatitis E, esclerosis múltiple, cáncer de hígado, cirrosis y transmite bacterias dañinas como la yersinia.

A pesar de lo anterior, al estudiar la Biblia descubrí dos detalles que me sorprendieron. En primer lugar, a diferencia de otras secciones del Pentateuco, que establecen el castigo o la pena por quebrantar los mandamientos, Levítico 11 y Deuteronomio 14 no establecen ningún castigo por violar la disposición divina. Sin embargo, que no haya ninguna penalidad no significa que pueden tomarse a la ligera. En segundo lugar, Dios no proporcionó una justificación sanitaria a la ley de los animales impuros. ¿Cuál es, entonces, la justificación? «Ustedes deben ser santos porque yo soy santo», dice Dios (Lev. 11:45).

Al no consumir lo que Dios ha prohibido, expresamos nuestro respeto por el Creador. De esa manera, nuestra mesa se convierte en un testigo silencioso de nuestra lealtad a Dios. «En conclusión: uno debe de glorificar a Dios en todo lo que hace; hasta en lo que come y bebe» (1 Cor. 10:31, NBV).

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