Huyendo de la serpiente
“Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo” (2 Cor. 11:3).
Me encontraba en un retiro de jóvenes en un hermoso parque, y todos nos habíamos esparcido para orar. Me adentré en el bosquecito, alejándome cada vez más. Buscaba un lugar tranquilo donde sentarme… y ahí la vi. Se deslizaba silenciosa y lentamente entre unas ramas, y al ver sus colores sentí un pánico que pocas veces había experimentado.
Comencé a correr desesperadamente en otra dirección, aunque creo que nunca me vio. Pero corrí. Corrí consciente, como nunca, de que así está Satanás muchas veces merodeando y deslizándose silenciosamente para atacarnos y hacernos caer.
No sé si esa serpiente era venenosa o si me hubiese hecho algo en realidad, pero sí conozco el carácter de mi peor enemigo. Él siempre nos quiere hacer caer, siempre nos busca para arruinarnos la vida. Y muchísimas veces lo hace así: escurridiza y silenciosamente.
Corrí hasta que llegué nuevamente a la silla donde había estado sentada durante el sermón. Me senté, agarré mi Biblia y oré agradecida a Dios, no tanto porque me había salvado de una posible picadura, sino porque en esos segundos de corrida me había mostrado con cuánto afán tengo que tratar de alejarme lo más rápidamente posible del mal que acecha constantemente.
Muchas veces, olvidamos esa lucha aparentemente invisible.
Seguramente el plan original no era que anduviésemos corriendo despavoridos, pero desde que el mal entró, esa lucha es inevitable. Hoy es un día especial para recibir la paz que Dios nos quiere dar, para recordar que aunque estemos en continuo enfrentamiento con nuestro enemigo, y este día no sea la excepción, en Dios podemos encontrar a un fiel amigo.
Así como le pasó a Eva, puedes estar acercándote a terreno enemigo y exponiéndote a que el diablo intente sus ardides confusos y gane una pequeña batalla que no tiene porqué ganar.
Por eso, comienza este día poniéndote en las manos de Dios, y ora por tres tentaciones en particular, para que puedas obtener la victoria sobre ellas.