Matutina para Jóvenes, Sábado 24 de Abril de 2021

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El engaño de la araña

“La araña que atrapas con la mano, y está en palacios de rey” (Prov. 30:28).

Puede ser un poco difícil hablar de este animalito al que varios le hemos tenido fobia alguna vez, pero como explica el versículo, la araña nos muestra dos facetas ambiguas de las que podemos aprender. Por un lado, es casi indefensa cuando como humanos nos proponemos destruirla. Por otro lado, puede entrar sin ser vista en los lugares más “importantes” de esta tierra y burlar así el mayor poder.

Las hay de muchísimos tipos, tamaños y colores, aunque suelen coincidir en su cantidad de patas: ocho. Salvo una familia, todas son venenosas, aunque no todas tienen el mismo potencial de daño en los seres humanos.

Hay algo que las caracteriza y quizá de ahí venga la popular rima acompañada del chiste: “Mira la araña… –la persona mira–, la que te engaña”. Una de sus especies practica el mimetismo e imita a las hormigas en su aspecto y actitudes. Otras imitan a las avispas. El mimetismo busca engañar a los sentidos para obtener alguna ventaja.

Otra característica engañosa de algunas arañas es que trabajan más en la noche, y se esconden en la oscuridad o en los rincones. Algunas arañas suelen permanecer en tallos de bananas y así viajar sin ser vistas por varios países.

Nosotros también podemos engañar a otros, adoptar actitudes oscuras y esquivas, de ataque silencioso o de manipulación para obtener una ventaja.

Quizás en eso tenemos, como la pequeña arañita, el poder de ser atrapados e infligir un daño en ese encierro; y también el poder de adentrarnos sin permiso en algunas situaciones, como lo hacen las arañas en los palacios.

En El camino a Cristo, leemos: “ ‘El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón’ (1 Sam. 16:7): el corazón humano, con sus conflictivas emociones de gozo y tristeza; el descarriado y díscolo corazón, morada de tanta impureza y engaño. Él conoce sus motivos, sus verdaderas intenciones y propósitos. Ve a Dios con tu alma toda manchada como está” (p. 30).

Ojalá nuestro accionar sea de frente y le pidamos ayuda hoy a Dios para ser auténticos y puros… para no engañar.

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