La ley de la generosidad
«Acuérdense de esto: El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha» (2 Corintios 9: 6).
Dos ancianas irlandesas debatían sobre el principio bíblico del diezmo. Brígida fijó su mirada aguda en María y le preguntó:
—María, ¿si tuvieras cien vacas, le darías diez al Señor?
—¡Claro que sí! —respondió María sin dudarlo.
—Y si tuvieras cien ovejas, ¿le darías diez al Señor?
—¡Por supuesto! —afirmó María con convicción.
Brígida se acercó un poco más y, con un tono de curiosidad, continuó:
—Ahora bien, María, imagina que posees diez cabras. ¿Le entregarías una al Señor?
María frunció el ceño ante la pregunta indiscreta y respondió a su amiga:
—No deberías hacer preguntas tan personales, Brígida. Tú sabes perfectamente que solo tengo diez cabras.
María reflejaba la realidad de la naturaleza humana. Con frecuencia, las personas expresan su disposición a hacer grandes cosas por el Señor si tuvieran más de lo que poseen. Sin embargo, en el presente, su fidelidad y generosidad no alcanzan el nivel que podrían tener con los recursos que ya poseen. Intentan convencerse a sí mismas y al Señor de que es imposible dar el diezmo completo o contribuir generosamente a las misiones debido a que apenas tienen lo suficiente para subsistir.
Conozco a personas de ingresos modestos que, a pesar de ello, entregan al menos una cuarta parte de su salario al Señor. Aunque no poseen grandes sumas en sus cuentas bancarias, tienen lo suficiente y, sin duda, están acumulando tesoros en el cielo.
Todos anhelamos las bendiciones del Señor, y él está deseoso de otorgárnoslas. Sin embargo, solo puede hacerlo si cumplimos con las condiciones que ha establecido. Si somos generosos, él será generoso con nosotros; pero al ser mezquinos con él y con los demás, limitamos sus bendiciones.
¿Qué beneficios tiene el diezmo y la generosidad para tu relación con Dios y con los demás? Por otro lado, ¿qué obstáculos o excusas te impiden ser fiel y generoso con los bienes que Dios te ha confiado? No dejes que la codicia, el miedo o la incredulidad te impidan experimentar la bendición de dar. Sé un buen administrador de lo que Dios te ha dado y disfrutarás de sus bendiciones.