¿Camaleones espirituales?
«¿Acaso pueden los etíopes cambiar de piel, o los leopardos cambiar sus manchas? ¡Pues tampoco ustedes pueden hacer el bien, ya que están habituados a hacer el mal!» (Jeremías 13: 23, RVC).
El camaleón es un animalito muy curioso, porque cambia de color según sus necesidades del momento. Cuando quiere protegerse, cambia de color para confundirse con el medio en que se encuentra, por ejemplo, las ramas verdes. No puede hacerlo a voluntad, sino que se ve influido de los estados emocionales, la temperatura del aire o la necesidad de esconderse de un animal peligroso.
Tu piel también puede cambiar de color. Si la expones al sol durante cierto tiempo y en repetidas ocasiones, se tostará, aunque después de un tiempo recuperará su color natural. Cuando siente ira, vergüenza o pudor, la piel de tu cara y del cuello adquiere una coloración rojiza. Si pasas un susto fuerte, tu piel se vuelve pálida. Si sientes mucho frío, adquiere un tono azulado. Estos cambios se deben al aumento o disminución de la cantidad de sangre que circula debajo de la piel. Pero son cambios transitorios. El color de la piel propio de la raza a la que perteneces es imposible de cambiar, como tampoco el leopardo puede alterar las manchas de su piel.
El contacto que tienes con la gente que te rodea, que piensa como tú, o bien que tiene creencias, ideas y hábitos que chocan con los tuyos, y tu exposición a ciertos materiales difundidos a través de los medios de comunicación y las redes sociales, producen un gran impacto en tus normas y creencias, y a veces van cambiando sutilmente tu filosofía de vida. Por eso es necesario que prestes cuidadosa atención a lo que entra en tu mente a través de los sentidos.
En lo que atañe a la fidelidad a las enseñanzas, las normas y los principios que revelan la voluntad de Dios para tu vida presente y futura, el camaleón es un mal ejemplo, porque no hay nada que debiera hacerte cambiar tus principios o tu forma de ser ante circunstancias desfavorables para poner el nombre de Dios en alto. Más bien, como dice Jesús: «Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo» (Mateo 5: 16).