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«Cuando pasen por el valle de las Lágrimas lo convertirán en manantial» (Sal. 84:6)
El 25 de febrero de 1964, Cassius Clay se enfrentó a Sonny Liston por el título mundial de los pesos pesados. En su libro Blood Brothers [Hermanos de sangre] Randy Roberts y Johnny Smith relatan que al finalizar el tercer asalto era obvio que Clay sería el vencedor. Fue entonces cuando Sonny Liston le dijo a Joe Polino: «Juice the gloves»; es decir, que untara una sustancia ilegal en los guantes.
Durante el cuarto asalto, Clay empezó a quejarse. Los ojos le ardían y no podía ver. Convencido de que Liston había hecho trampa, le pidió a su entrenador que le cortara los guantes, pero eso implicaría perder la pelea. Entonces, el entrenador le dijo: «Mantén la distancia hasta que se te despeje la vista. Esta es la gran pelea. Nadie se rinde en una pelea por el campeonato de los pesos pesados».
El quinto asalto resultó ser horrible para Clay; recibió muchos golpes y sus ojos ardían. Fue entonces cuando ocurrió algo extraordinario. El sudor y las lágrimas le limpiaron los ojos, devolviéndole la vista y el control de
la pelea. Cuando sonó la campana para dar inicio al séptimo asalto, Liston no se levantó del banquillo, perdiendo así la pelea. Cuando le preguntaron a Clay cómo había logrado la victoria, él respondió: «Sabía que solo tenía que resistir y luchar, resistir y seguir llorando, hasta que las lágrimas me limpiaran los ojos. Sabía que cuando recuperara la vista, la victoria sería mía porque ya había ganado la pelea».
Satanás sabe que ya ha perdido, así que hará todo lo posible, incluso trampas, para cegarte y derribarte. Por eso, habrá momentos en los que todo parecerá perdido en tu vida. En esos momentos, el versículo de hoy cobra relevancia. Las lágrimas que tú y yo derramamos como resultado del dolor y la angustia en nuestras batallas se convierten en un manantial que aclara nuestra vista y, unido a la perseverancia, nos conducen a la victoria.
Los que colocan su esperanza en Dios, ya tienen la pelea ganada. Son capaces de convertir incluso el valle más desierto y desolado en un oasis del que brota agua de vida. Por eso hoy te invito a perseverar a pesar del dolor y las lágrimas. Resiste y sigue luchando, resiste y sigue llorando. No te rindas, porque tu victoria ya está asegurada.