Una palabra cariñosa
Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Génesis 1:26.
La anciana, triste y achacosa, llegó hasta la caja. Hacía tres años que había fallecido su amado marido y el dolor la obnubilaba. Apenas llevaba cuatro cosas cuando la cajera le dijo la cantidad, 17 dólares, y se percató de que no tenía suficiente dinero. Fue un momento de tensión para aquella mujer, hasta que Kasey Simmons, alguien que estaba en la fila, le dijo que no se preocupase, que él lo pagaba, y añadió que era una mujer hermosa. El rostro de la anciana dibujó una entrañable sonrisa. Kasey trabajaba de camarero y, unos días después, una familia pidió lo más barato del restaurante, apenas 0,37 dólares, y le dejaron una propina de 500 dólares. Eran los familiares de la anciana que en una nota le decía que “era uno de los días más deprimentes del año… e hiciste que fuera maravilloso”. En este caso, una buena acción tuvo un impacto mediático por aquella propina, pero el verdadero espectáculo lo había vivido aquella triste anciana con una palabra de cariño.
¿De dónde surgen las palabras cariñosas? No hay ninguna duda de que proceden de un buen corazón. ¿Y cómo se puede tener un corazón bueno? Creo que es como tener un corazón sano. Primero, sigue una dieta bondadosa. Somos lo que contemplamos; si nos pasamos el día viendo películas violentas, no seremos gente pacífica, porque en algún momento saldrá aquello de lo que nos hemos llenado. Segundo, haz ejercicio. Cuanto más se ejercita la bondad, más gusta. Estamos diseñados para ser solidarios, y cuando desarrollamos esa faceta crecemos como personas. Es curioso que cuanto más nos entregamos a los demás, más recibimos nosotros. Tercero, deja de “fumar”, y me refiero a los “malos humos”. Los malos humos hacen daño a tu corazón. Abre las ventanas de tu alma y deja que entre aire (Espíritu) fresco. Cuarto, mantén el peso adecuado. Te habrás dado cuenta de que tu yo tiene tendencia a crecer demasiado. Es un efecto secundario del pecado. Debes mantenerlo en su justa medida. Si te excedes, malo, porque te vuelves una persona de corazón grasoso e intratable. Si te quedas corto, puedes tener problemas de autoestima. Pide a Jesús, el mejor cardiólogo que jamás haya existido, que te sugiera algún medicamento. La humildad va muy bien para estos casos; también la madurez. Y, por último, ve al Médico de vez en cuando. Ya te he dicho que tiene un currículo espectacular. Es un especialista en renovar corazones.
Mejora tu corazón y verás, sin darte cuenta, cómo surgen las palabras cariñosas.