Las excusas
«Pero todos comenzaron a poner excusas. Uno dijo: “Acabo de comprar un campo y debo ir a inspeccionarlo. Por favor, discúlpame”. Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes y quiero ir a probarlas. Por favor, discúlpame”. Otro dijo: “Acabo de casarme, así que no puedo ir”» (Lucas 14: 18-20, NTV).
¿Alguna vez has escuchado a alguien decir algo como esto? «Mi perro se comió mi tarea»; «No llegué a tiempo porque el tráfico estaba horrible»; «No fui a la iglesia porque estaba muy ocupado». Estas son algunas de las excusas más comunes que usamos para justificar nuestro incumplimiento, nuestra irresponsabilidad o nuestra falta de compromiso. Pero ¿sabes qué? Muchas veces las excusas no son más que mentiras disfrazadas de razones.
Nuestro pasaje bíblico de hoy describe el reino de los cielos como una gran cena a la que muchos de los invitados originales no quisieron asistir, alegando diversas excusas. Finalmente, los invitados que no asistieron fueron reemplazados por cualquiera que quisiera venir, incluyendo pobres, inválidos, ciegos y cojos. Sin embargo, Jesús advirtió: «Ninguno de mis primeros invitados probará ni una migaja de mi banquete» (Lucas 14: 24, NTV). Es claro que a Dios no le agradan las excusas. ¿Por qué?
Las excusas nos impiden crecer tanto como personas como en nuestra vida cristiana. El empresario estadounidense y orador motivacional Jim Rohn dijo: «Las excusas son como los clavos que nos mantienen atados a la mediocridad». Al evitar responsabilizarnos de nuestras acciones, perdemos la oportunidad de aprender y de ser bendecidos. Además, nos alejamos de la voluntad de Dios y de su propósito para nosotros. Las excusas nos hacen quedar mal con los demás y con nosotros mismos, y nos roban la paz y la alegría.
Por ello, te invito a que hoy dejes a un lado las excusas y asumas plenamente tu responsabilidad. No busques pretextos para evitar aquello que debes hacer. No trates de engañarte a ti mismo, a los demás o a Dios. Recuerda que Dios te ha dotado con todo lo que necesitas para cumplir con su llamado (2 Pedro 1: 3). No desperdicies el tiempo ni los talentos que él te ha dado. Aprovecha cada día para honrarlo con tu vida.
¿Qué excusa dejarás hoy? ¿Qué acción tomarás para demostrar tu compromiso con Dios y con los demás? «Todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo empeño» (Eclesiastés 9: 10).