En el camino
“Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé” (Isa. 42:16).
Bartimeo mendigaba junto al camino. A diferencia de muchas de las personas que ya habían visto a Jesús manifestarse de forma milagrosa como enviado del Cielo, Bartimeo no lo había visto, pero sí creía… incluso más que muchos de ellos.
Bartimeo era consciente de su condición y su necesidad; y al saber que Jesús pasaba por allí, comenzó a gritar con fe.
No sabemos si los discípulos se sintieron molestos por estos gritos persistentes, pero Jesús lo mandó llamar, y él dejó su única posesión, se levantó y fue hacia donde estaba Jesús.
Su pedido fue específico y Jesús respondió de forma específica. También le dijo que se fuera, pero este hombre lo siguió. Ya había dejado su capa. Ya había dejado su vida de incapacidad pasada. No tenía nada que perder. Acababa de ganarlo todo.
Antes, mendigaba junto al camino, ahora Jesús lo había puesto en el camino. A Bartimeo lo había salvado mucho más que un grito y Jesús le había devuelto mucho más que la vista.
En el Comentario bíblico de William MacDonald, leemos:
“Su gratitud se expresó con un agradecido discipulado, siguiendo a Jesús en su último viaje a Jerusalén. Tuvo que haber alentado el corazón del Señor encontrar una fe así en Jericó, mientras seguía su camino a la Cruz. Fue bueno que Bartimeo buscase aquel día al Señor, porque el Salvador nunca volvió a pasar por aquel camino” (p. 599).
En su novela Ensayo sobre la ceguera, José Saramago plantea un escenario entre fantástico y real, donde los personajes luchan por sobrevivir a una ceguera que va más allá de la enfermedad física. En un momento, dice:
“Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos; ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”.
Sería muy triste que, con toda la luz que hemos recibido, sigamos en nuestra condición de perdidos o ciegos espirituales.
Hoy Jesús escucha nuestro grito (¿estás gritando?), nos saca del borde del camino y nos pone en el medio del camino. Aprovechemos esta oportunidad. Jesús está pasando hoy.